Atrás quedó lo de extenderse a duras penas un fotoprotector porque parecía cemento armado. La cosmética solar, la más difícil de formular (de ahí que no haya tantas cremas faciales que incluyan SPF), mejora año tras año. Y lo hace rompiendo su vocación de estacionalidad, máxime cuando la pandemia arrojó datos como el aumento de melasma, provocado por tanto tiempo como pasamos expuestos a la luz azul de ordenadores, tabletas y móviles. “Utilizar protección solar todo el año es esencial para proteger nuestra piel y nuestras células del daño causado por la radiación. Una adecuada fotoprotección evita la quemadura solar y la aparición de arrugas o manchas. Además, al proteger las células cutáneas del sol prevenimos daños en su ADN, reduciendo a largo plazo la posibilidad mutaciones que puedan degenerar en un cáncer cutáneo como el melanoma”, explica la dermatóloga María Rogel. Todo el año, sí, pero también frente al ordenador o en recintos cerrados si el sol entra por la ventana, ya que los cristales, al igual que las nubes, dejan pasar los rayos UV.