Sí, los vinos también son para el verano. Aunque su consumo se asocie más a las comidas opíparas que nos metemos entre pecho y espalda en otras estaciones del año, lo cierto es que muchos caldos son también apetecibles para los días y las noches estivales. Y lo principal a la hora de degustarlos como se merecen y sacarles el mejor partido es controlar la temperatura a la que se sirven. Efectivamente, los vinos blancos, los rosados y los espumosos deben ser conservados en frío y sacados a la mesa acompañados de algún ‘artilugio’ de enfriamiento. Hablamos de estos tres porque son siempre los primeros en los que pensamos cuando tenemos que adjudicar el título de ‘vinos de verano’. Pero eso no quiere decir que, si te gusta un buen tinto, tengas la obligación de prescindir de él. Y si bien es cierto que los tintos jóvenes son muy adecuados para jornadas de altas temperaturas, el resto también puede conseguir un puesto de honor en tu mesa siempre que los sirvas algo más fríos de lo que lo harías en épocas frescas. No hace falta que los metas en la nevera; si no cuentas con vinoteca, basta con que los guardes en el lugar menos caluroso de casa. Para que te hagas una idea, lo ideal es servir un tinto a 14 grados, mientras que los blancos y rosados se mueven entre los 7 y los 10 grados. Esta información es orientativa, porque ya sabemos que no todo el mundo cuenta con las facilidades ambientales para conseguir que un vino esté en su punto exacto de consumo. Por ello, la selección que te traemos es tan amplia y variada y viene con caldos que puedes llevar perfectamente de picnic… sumados a otros que mejor reservar para cenas estupendas y/o darles protagonismo propio. La mayoría marida con casi todo, aunque en esta época la lógica manda: un buen aperitivo servido con un ‘señor vino’ sabe a gloria. Si quieres acertar, solo tienes que seguir dicha máxima.