Era uno de los papeles más ambicionados y perseguidos del Hollywood reciente y, a tenor del resultado, no nos extraña lo más mínimo. Blonde, la adaptación cinematográfica de la vida, obra, milagros y pecados –propios y ajenos– de Marilyn Monroe, un rol por el que suspiraron actrices como Jessica Chastain o Naomi Watts, copa actualmente los debates de los cinéfilos del mundo y el indiscutible primer puesto entre lo más visto de Netflix. La intérprete encargada finalmente de dar vida a la estrella de La tentación vive de arriba, Ana de Armas, también se ve ahora compensada por los nueve meses de durísimo trabajo –ella lo calificó de “tortura”– para tratar de replicar cada gesto, ademán y entonación de la explosiva rubia. Tanto es así que la actriz de 34 años que se hizo un hueco gracias a series como El internado ya aparece en los primeros puestos de todas las quinielas para alzarse el próximo 12 de marzo de 2023 con el Oscar a la mejor actriz del año. Y lo cierto es que, como diría aquel cantautor jienense, nos sobran los motivos para que se lo entreguen.

Primero, porque su trabajo lo merece

No hay ni una pizca de chovinismo a la hora de reivindicar la interpretación de una Ana de Armas que se transforma por completo en Monroe en Blonde. Sorteando la dificultad añadida de tener que dar vida a uno de los personajes más conocidos del siglo XX, la hispano-cubana evita caer en la imitación para entregarse en cuerpo y alma, apoderarse de la vulnerabilidad de la estrella rubia y transmitir sin ambages la dualidad entre la frágil Norma Jean y la explosiva Marilyn. Tal fue el proceso de inmersión que De Armas ha confesado que sintió el espíritu de la fallecida actriz durante el rodaje. Además, la nominación se antoja como la culminación perfecta para la meritoria trayectoria de la intérprete durante la última década. Desde que decidiera dar el salto de la industria televisiva española al olimpo hollywoodiense, ha ido labrándose un camino cada vez más notable desde su aparición en películas independientes como Toc Toc hasta romper en gran revelación de la industria con filmes como Blade Runner 2049, Puñales por la espalda o la última entrega de 007, Sin tiempo para morir.

Porque Hollywood le debe una (o varias) a las latinas

En 95 años de historia de los premios Oscar, solo cuatro latinas han sido nominadas en la categoría de mejor actriz y ninguna ha conseguido llevarse el premio a casa. Una injusticia histórica que bien merece una compensación y Ana de Armas sería la mejor opción de enmienda cuatro años después de que la debutante Yalitza Aparicio fuera nominada por su trabajo en Roma. El pasado año, el galardón a la actriz Ariana DeBose por West Side Story ya supuso todo un hito tras ser la segunda latina en hacerse con él décadas después de que lo lograra la mítica Rita Moreno. En la época de la representación y la diversidad, ya es hora de que Hollywood pase de las palabras a los hechos.

Porque la crítica y sus compañeros ya han lanzado la candidatura

El estreno de Blonde ha sido recibido con más que escepticismo y polarización por parte de la prensa especializada, pero no así la interpretación de una Ana de Armas que es calificada de forma unánime como lo más brillante de la película de Andrew Dominik. Así lo demuestran las crónicas entusiastas de medios como Variety (“ella es Marilyn Monroe”) o Hollywood Reporter (“la crudeza de su trabajo es genial”) o los 14 minutos de ovación que le dedicaron los invitados a la premiere del filme en el festival de cine de Venecia. La hispano-cubana ya está entre las 10 actrices favoritas según las quinielas de webs expertas como Gold Derby y compañeros como Chris Evans comparten en público la admiración por su trabajo. “¿Esa eres tú? ¡Maldita sea! ¡Vas a ganar el Oscar por hacer esto!”, recuerda el actor que le dijo a De Armas. Penélope Cruz, por su parte, opina que su compañera “ha bordado un papel muy difícil”.

Porque los biopics enamoran a los académicos

No hay nada que les guste más a los votantes de los Oscar que una buena recreación de alguna figura que haya existido fuera de la pantalla. Más de una treintena de estatuillas se han repartido a intérpretes que se han atrevido a meterse en la carne de personajes públicos, con Renée Zellweger (Judy Garland) y Jessica Chastain (la telepredicadora Tammy Faye) como más recientes ejemplos. La tendencia parece cada día más asentada: de las cinco mujeres nominadas el pasado año en la categoría de mejor actriz hasta tres lo fueron por papeles basados en personas reales. Además de Chastain, Nicole Kidman como Lucille Ball y Kristen Stewart dando vida a Diana de Gales también disputaron el premio.

Porque ella se va a dejar la piel por ganarlo

Fue la propia Kristen Stewart quien, extenuada por la campaña de Spencer, reconoció el año pasado que ganar un Oscar tiene que ver más con la política que con el talento o las apetencias cinematográficas. “Te sientes como si fueras una diplomática”, añadía. No le falta razón. La estatuilla, como la fama, cuesta, y hay que luchar por ella acudiendo a decenas de festivales, premieres, mesas redondas o entrevistas de late night; protagonizando además todas las portadas de revistas que puedan quererte en ellas. La campaña por el Oscar exige una dedicación exclusiva, un precio que muchos actores –centrados ya en sus siguientes proyectos– no están dispuestos a pagar. No es el caso de De Armas que, tras rodar su siguiente filme (Ghosted, de nuevo junto a Chris Evans y Adrien Brody), ha despejado su agenda de proyectos consciente de que la exposición pública que otorgan estos premios puede afianzar su estatus de gran estrella de cine global. Su disposición ha quedado clara este pasado mes de septiembre, recorriéndose medio mundo en menos de tres semanas para promocionar el filme: Nueva York, Venecia, Deauville (Francia), Los Ángeles, Nueva York y San Sebastián fueron sus destinos.

Porque es la mejor apuesta de Netflix

Ganar un Oscar es, en resumen, una de las mejores campañas de publicidad que puede tener una película para conseguir aumentar su número de espectadores y mejorar la imagen global de los estudios o plataformas que están tras ella. Conscientes de lo que está en juego, las compañías cinematográficas suelen invertir entre 3 y 15 millones de dólares en persuadir a los posibles votantes, con lobbys y consultores dedicados especialmente a ello. Como gran gigante audiovisual, la búsqueda de estatuillas que legitimen su modelo de producción y atraigan a nuevos creadores es toda una obsesión para Netflix, que este año depositará en Ana de Armas todo su poder de influencia al ser la intérprete de su catálogo con más posibilidades de soñar con la estatuilla. Ni Adam Driver por White Noise ni Jessica Chastain por The Good Nurse se antojan tan competitivos como la hispano-cubana de cara a alzarse vencedores el próximo mes de marzo. El factor Netflix nunca debe ser minusvalorado.