Ni siquiera su creadora fue capaz de adivinar que el camino que acababa de emprender daría pie a una industria multimillonaria. Porque la primera vez que escuchamos hablar de Paris Hilton, la millonaria heredera de un imperio hotelero conocida por su aparente inconsciencia, la ostentación de su riqueza y su disoluta vida nocturna, no existían conceptos tan populares en la actualidad como influencer, reality, viralidad, meme o personal branding. Conceptos que, sin ella, a buen seguro no gozarían del mismo predicamento. “Nunca habría imaginado que se convertiría en algo tan masivo como lo es hoy en día”, reconoce Hilton en la entrevista exclusiva que ha ofrecido a InStyle. A los 41 años, y tras más de dos décadas en la primera línea mediática, la primera “famosa por ser famosa” no solo ha roto con todos los clichés respecto a su figura, sino que recoge ahora los frutos de su impacto en una cultura pop que jamás volvió a ser la misma tras su paso. Su ascendencia y pujanza en la legión de creadores de contenido que conforman hoy un sector que facturó más de 13.000 millones de euros en 2021 (según un estudio de Influencer Marketing Hub) es tan manifiesta como palpable. A continuación, repasamos algunos de los hitos que, deliberadamente o no, cambiaron el juego para siempre.

LA TELERREALIDAD COMO CATAPULTA

Tras hacerse un nombre en la escena socialité de Manhattan sin apenas cumplir la mayoría de edad, el gran salto a la popularidad de Paris Hilton llegó en 2003 gracias al estreno de The Simple Life. El formato de telerrealidad que coprotagonizó junto a Nicole Richie, en el que dejaban atrás su rutina de lujos y excesos para vivir durante un mes en un entorno rural de la América profunda, fue un éxito a nivel internacional que dotó a Hilton de la plataforma perfecta para introducirse en el sector del entretenimiento y convertirse en uno de sus tótems hegemónicos. Libros, películas, cameos en series de televisión, anuncios… El fenómeno Paris Hilton estaba en marcha. Pero, sobre todo, la serie fue una obra pionera y seminal que daría pie a un género en sí mismo: los docurealities con famosas como protagonistas. Desde el popular Las Kardashian hasta las más recientes Yo soy Georgina o La marquesa, todos beben del caudal de The Simple Life.

FUE LA MADRE DE LA SIGUIENTE GRAN ESTRELLA

“Haría lo que fuera por ella. Ella me dio mi carrera y lo reconozco totalmente”. Así de honesta era Kim Kardashian al referirse al papel clave que tuvo Paris Hilton en el ascenso a los cielos de la empresaria e influencer. Antes de amasar más de 320 millones de seguidores en Instagram y liderar a la familia más mediática y adinerada de la última década, Kim era toda una desconocida para el gran público que se hizo un hueco en la industria por su papel como asistente personal y confidente de Paris. Algunas de sus tareas habituales consistían en ordenar por colores las prendas de su armario y controlar la impulsividad en las tiendas de su amiga. Casualidad o no, su explosión de fama también siguió el patrón marcado por Hilton: visibilidad en fiestas, filtración de un vídeo íntimo y la producción de un programa de televisión (Las Kardashian) que se estrenó apenas unos meses después del final de The Simple Life. La celebrity moderna acababa de nacer.

Paris Hilton
Gtres

SUPO RESURGIR DE LAS CENIZAS

Cuando su exnovio Rick Salomon publicó una cinta sexual contra su voluntad y sin su conocimiento en 2004, la sociedad de la época se negó a tratar a la heredera como la víctima de un crimen injustificable y la convirtió, al igual que hizo con Pamela Anderson, en objeto de mofa y mercancía, generando más de 10 millones de dólares el año de su lanzamiento. Aunque la joven –que jamás recibió ni un céntimo– admitió más tarde haber tenido pensamientos suicidas por el escarnio público, la experiencia fortaleció su estatus hasta el punto de convertirse en una celebrity a prueba de escándalos. Ni las diferentes detenciones, ni siquiera su breve paso por la cárcel por conducir bajo los efectos del alcohol, pusieron en riesgo su imagen o rentabilidad. Hoy, son muchos los medios que analizan y expían los pecados cometidos con estrellas como Paris o Britney. Mientras tanto, ella continúa mostrando la cara B de la fama, denunciando, por ejemplo, los malos tratos recibidos durante su estancia en un internado para adolescentes y luchando de manera exitosa para que las leyes cambien y los responsables rindan cuentas.

LA MARCA ERA ELLA

Mucho antes de que gurús y expertos varios listaran las ventajas del personal branding a la hora de medrar en el competitivo mercado laboral, Paris Hilton ya era a principios de siglo toda una sociedad limitada en sí misma. Hasta sus expresiones y tono de voz aniñado estaban pensados para ‘vender’ el producto. ‘¿Por qué ser la imagen o embajadora de otras firmas cuando tú misma puedes ser la compañía?’, se preguntaría la joven, que da nombre hoy a toda una multinacional con inversiones en múltiples áreas de negocio. Más de una veintena de líneas de producto, medio centenar de tiendas alrededor del mundo, 25 fragancias, un podcast, un documental, varios libros y discos, NFTs y metaverso, programas de televisión, sesiones de DJ… Según Variety,el imperio de Paris Hilton ya ha superado los cuatro mil millones de dólares en ingresos en todo el mundo, abriendo todo un abanico de posibilidades para que las influencers venideras pudieran monetizar su fama. Antes de que Kylie Jenner o Rihanna multiplicaran sus ingresos con sus propias líneas de belleza, Hilton ya lo había hecho.

Paris Hilton
Gtres

NO SIGUE TENDENCIAS, LAS CREA

El chándal, la purpurina, las gafas de pedrería, las botas UGG, los vaqueros de tiro bajo, la melena platina, el terciopelo Juicy Couture y el color rosa como hilo argumental. La empresaria abrazó como nadie el look Barbie de principios de siglo –“era muy buena en fingir que era una rubia tonta”, puntualiza–, de rabiosa vigencia en la industria de la moda con el auge del Y2K. Un estilo hiperfemenino concebido desde la más absoluta naturalidad e inocencia porque Paris no contaba entonces con estilistas, expertas en belleza o agentes que pudieran guiar y manufacturar lo que se ponía. Una espontaneidad que, según admite, han perdido las nuevas influencers: “Las jóvenes de ahora van por ahí producidas de arriba abajo hasta para recoger un café en Starbucks”. 20 años después, instagramers y tiktokers de la generación Z aclaman y rinden tributo a su lideresa bajo el movimiento de las bimbos y Hilton sigue rentabilizando lo sembrado con una nueva colección de chándales.

EPÍTOME DE LA FANTASÍA ESCAPISTA

Mientras las estrellas del pasado hacían de la opacidad y del misterio respecto a su vida privada uno de los pilares de su estatus, la socialité comprendió que el espectador del nuevo siglo pedía a sus iconos todo lo contrario: abrir las ventanas y dejar que el público conociera todos los aspectos de su vida. Una nueva generación huyó de su realidad rutinaria y vulgar y pasó a disfrutar, de forma vicaria, del día a día repleto de lujos y excesos de Hilton. No existían los Stories, pero la joven se encargó en los primeros años del siglo de que las cámaras –ya sea en forma de su programa de televisión o de paparazzi– captaran lo nunca antes captado, hipertrofiando una exposición que se haría norma con la llegada posterior de las redes sociales. “Algunas veces tengo la sensación de que ayudé a crear un monstruo”, reflexionó en su documental. La respuesta al interrogante depende de cada uno.