Cuando ves la portada del libro Open, con ese título que hace referencia expresa a los torneos de tenis, que tienen esa palabra en común (Open de Estados Unidos, por ejemplo), y el rostro de Andre Agassi en primer plano, si no te gusta el deporte de la raqueta, tira para atrás. Pero cuando te atreves a abrirlo y leer la primera página porque, y más a estas alturas de la película, alguien te ha dicho o has leído de pasada que lo de Open tiene un doble sentido, y va más por lo segundo que por lo primero, y que lo que menos importa es el tenis, ya no hay vuelta atrás.

Pocas biografías atrapan como esta. Pocas te meten tanto en la mente y el cuerpo del protagonista, que encima recuerda en dichas páginas su relación con Brooke Shields, un nombre que si has nacido de los 90 en adelante puede que te suene solo de oídas, pero estamos hablando de una estrella de finales del siglo pasado desde que siendo una adolescente de tan solo 15 años, triunfó con la película El lago azul, una cinta de culto que este mes de junio cumple 40 años de su estreno. Por Open (escrita por J. R. Moehringer), por El lago azul, por estos dos iconos del siglo XX, recuperamos su historia de amor.

UNA RELACIÓN TAN COMPLICADA COMO MEDIÁTICA

Diez añitos tenía André Agassi cuando se estrenó la película que lanzó al estrellato a la que entonces sería su futura mujer. Por entonces, tal y como cuenta en el mencionado libro, él era un niño residente en Las Vegas al que su padre tenía todo el día pegado a una raqueta devolviendo pelotas a una máquina que él mismo llamaba El dragón. Aquella tortura de su padre surtió efecto porque su chiquillo se convirtió en uno de los mejores tenistas de la historia, despuntando desde muy joven tanto dentro de las pistas, gracias a su talento, como fuera de ellas, por su carisma arrollador.

Si no te gusta el tenis, piensa que entonces era un deporte lleno de Federers, hombres impolutos vestidos de blanco, y de la nada irrumpió un tipo que parecía más una estrella de rock que un tenista. Andre Agassi, el tipo que desafió (y cambió) su deporte con su estilo rompedor. Sirva como ejemplo que llegó a ponerse lo que nadie se pone ni siquiera ahora, ¡unos shorts vaqueros!, para saltar a la pista. Y eso por no hablar de su pelazo, que por cierto tenía truco, pero eso es otra historia a la que volveremos más adelante...

Brooke Shields y Andre Agassi el día de su boda
Gtres

Brooke Shields y Andre Agassi el día de su boda.

Recuperamos la senda que nos ocupa, la que nos lleva a 1993, año en el que se conocieron Shields -en los 80 mantuvo una relación muy cercana con Michael Jackson- y Agassi. Ella estaba rodando Nacidos para la libertad en Sudáfrica y, no, él no estaba jugando un torneo en dicho país, como sería lógico pensar si estamos contextualizando el momento en el que dos personas se conocieron cuando el mundo no estaba hiperconectado como ocurre ahora.

La conexión a internet masiva no existía, pero sí el fax, y así fue como arrancaron su relación. Fue gracias a Lyndie Benson, entonces esposa de Kenny G, que hizo las veces de celestina en su relación, que bien podría ser la antepasada más directa de las relaciones vía Tinder o Whatsapp que tanto se dan en la actualidad. Todo fue “raro”, palabra literal del deportista norteamericano en su libro para referirse a su relación con Shields, pero lo cierto es que pocas cosas “normales” había en la vida de Agassi por entonces.

Brooke, que también tiene su autobiografía, There Was a Little Girl: The Real Story of My Mother and Me -su madre fue también su manager, y según cuenta la actriz, se comportó con ella de forma similar al padre de Agassi con André, de forma abusiva-, dejó escrita en ella que ambos "se parecían mucho". No tanto en su origen, puesto que ella es de Manhattan y él creció en pleno desierto, pero sí en tener ambos sendas figuras paternas y maternas respectivamente que les sometieron a muchísima presión siendo unos niños.

De aquel fax que ella le envió a él nació una relación tan complicada como mediática. Juntos, ambos estrellas de los 90 por separado, no como otros casos de parejas famosas de las que ya hemos escrito antes en las que uno de los dos acumulaba todo el peso de la fama en el momento de la relación -véase Helen Mirren y Liam Neeson, por ejemplo-, se liberaron. Y el mejor ejemplo de ello es precisamente lo que ocurrió con el tenista y su pelo: de repente, de un día para otro, apareció calvo. ¿Se había rapado? No, simplemente había tirado a la basura su postizo. Chocante imagen la suya, un icono del deporte, con semejante cambio de look repentino. Detrás de aquello estaba Brooke Shields, su mujer desde el 19 de abril del 97, día que escogieron para casarse en la localidad californiana de Monterrey.

Sin embargo, la cosa no funcionó como parecía que lo hacía. Seguramente las heridas con las que ambos llegaron a la madurez les jugaron una mala pasada. También es cierto que algo tuvo que ver la obsesión reconocida por él mismo de Agassi con Steffi Graff, mejor tenista en activo en aquellos años. En 2001, dos años del divorcio de la actriz y el tenista, este y Graff se casaron, y casi dos décadas después de aquello siguen estando felizmente casados y tienen dos hijos en común, Jaden Gil y Jaz Elle.

Curiosamente, ese mismo año, en 2001, la artista neoyorkina también se casó de nuevo; lo hizo con Chris Henchy, guionista y productor de Hollywood, con el que también sigue casada en la actualidad. Para completar las vidas paralelas que han vivido nuestros dos protagonistas tras su ruptura, Shields y su esposo también tienen dos hijos, Rowan Francis y Grier Hammond. Curioso ver tanta estabilidad en sus vidas personales a lo largo del siglo XXI cuando el XX, incluido sus seis años juntos, estuvieron sacudidos por un tsunami constante. Nos alegramos por ellos.