No recuerdo la edad que podría tener la primera vez que fui al Galerías Preciados de Badajoz (era El Corte Inglés de los años 80) y me quedé enamorada de los vestidos de flamenca que había en la sección de juguetes. En mi casa no hay tradición de ir a la Feria de Sevilla, tampoco de bailar sevillanas, pero vete tú a saber qué había en la cabeza de aquella niña para que desarrollara ese amor por el traje regional andaluz. Mis padres, más extremeños que las bellotas, nunca me compraron el vestido de lunares y volantes que yo, por supuesto, quería blanco con topos negros, y todavía pienso con nostalgia en todas las veces que supliqué llevármelo a casa cada vez que íbamos a Galerías Preciados.