Tamara Falcó: "Tras probar diferentes métodos para quedarme embarazada, he decidido darme un descanso, porque me encuentro saturada. Me estaba afectando"

Periodista especializado en moda, tendencias y celebrities.

Actualizado a 19 de junio de 2025, 13:39

Recuerda que el choque de realidad le llegó pronto, en una cena organizada por Armani a la que asistió justo tras regresar de su aventura americana. “La señora que tenía enfrente, a quien no conocía de nada, me miró, sonrió y me dijo: ‘Es que yo a ti te he visto crecer’.” Por aquel entonces, Tamara Falcó (Madrid, 43 años) admite que se sentía desconectada del mundo, como si su “cerebro hubiera bloqueado la fama” que la rodeaba desde niña, pero la frase caló hondo en ella. Era el recordatorio poderoso de una vida desplegada bajo el foco, a la vista de todos, con sus luces y sombras, sus aciertos y tropiezos, pero siempre honesta.

La marquesa de Griñón no es solo la hija de una de las familias más mediáticas del último medio siglo ni la estrella multidisciplinar que ejerce su imán sobre pantallas, marcas, rumores y clics. Es una mujer que ha logrado imponer una voz personalísima en medio del ruido y que ahora nos invita a adentrarnos en sus pasiones y desafíos: de su relación con la cocina, un legado que la conecta con sus raíces; de la fe que la sostiene en los momentos más difíciles; de la realidad de vivir con la presión constante de los medios y de sus reflexiones sobre el amor, la maternidad y el crecimiento interior. Porque todos llevan consigo una Tamara distinta: la heredada, la televisiva, la comentada. Pero solo existe una auténtica, y en estas páginas se revela con toda su verdad.

Han pasado cinco años desde tu paso por MasterChef Celebrity, el programa donde buena parte del país realmente te conoció. ¿Has cambiado mucho en este tiempo?

La gente siempre va cambiando, pero lo que trascendió en MasterChef fue mi forma de ser, mi esencia. No sabía nada del mundo del espectáculo; recuerdo que la primera vez que me microfonaron no me salía ni la voz. En mi edición había muchos actores que están acostumbrados a representar personajes y después en la vida real son distintos, pero tuve claro que iba a ser yo misma. No iba a hacer cosas solo por llamar la atención porque tenía una vida después del programa. Mis reacciones eran siempre reales.

Me sorprende que, en tu cuenta de Instagram, mantienes como profesión la de chef.

Estuve pensando en quitarlo, pero es muy difícil definirme. Cuando me preguntan en los controles del aeropuerto no sé qué decir exactamente, porque no me identifico con una profesión en concreto, y tampoco digo que trabajo en televisión. Lo de chef es un punto intermedio porque, además de MasterChef Celebrity, también pude estudiar en Cordon Bleu. No lo he hecho por falta de tiempo, pero abrir un restaurante es algo que sigo teniendo pendiente.

La afición por la gastronomía está en tu ADN, sobre todo por parte de padre. Decían que era un placer pasar con él las sobremesas…

Le encantaba la cultura gastronómica y me llevaba a buenos restaurantes. Es raro encontrar un lugar donde no haya comido antes; siempre se acercan a contarme lo afable que era. Íñigo suele decirme: “¿Tu padre ha pasado por todos los restaurantes de España?”. Y tiene razón. Las conversaciones con él eran maravillosas. Te dedicaba su tiempo, se preocupaba por lo que le contabas y te daba un punto de vista que, muchas veces, ni siquiera habías contemplado. Mi padre vivió una vida que le hizo tener una visión mucho más abierta que la de la gente de su generación.

Mario Vargas Llosa escribió sobre ti: “Por su simpatía, cordialidad y ese espíritu emprendedor y optimista siempre he pensado que podía ser una actriz muy exitosa”.

¡Qué mono! De pequeña me comparaban con Sarah Bernhardt, me veía Madame Bovary una y otra vez y me encantaba repetir diálogos, pero ahora tengo que apuntármelo todo. No sé si sería capaz de estar encima de un escenario. Pablo (Motos) suele decirme que tengo algo de humorista profesional y siempre he hecho reír a los demás, pero no podría explotarlo porque me sale de manera espontánea.

¿Te movió la noticia del fallecimiento de Mario?

Sí, claro. Tuve la suerte de conocerle gracias a mi madre. Es una gran pérdida a nivel cultural. En el panorama intelectual es una figura insustituible.

¿Cómo has recibido la llegada del Papa León XIV? ¿Has escuchado algún mensaje que haya calado ya en ti?

Escuché uno que me gustó mucho sobre la importancia del discernimiento de la información. Con internet y las redes podemos encontrar de todo, pero lo importante es saber de dónde viene cada noticia, porque si no puede ser peligroso. Ese discurso me pareció inteligente. Que además él sea americano y hable inglés, el idioma universal, facilita mucho las cosas. Quizás es el Papa que necesitamos para que todo el mundo se entere del mensaje.

¿Das pábulo a esas voces que sugerían que Trump había ejercido su influencia para que el Papa fuera estadounidense?

Eso lo decide el Espíritu Santo, pero Trump estará encantado con el rumor porque se ha propuesto sacar un nuevo titular cada día. Se ha tomado al pie de la letra eso tan de los 80 de “aunque hablen mal, que hablen”. Hay veces que pienso que es valiente al decir algo y otras que cómo es posible que este hombre sea presidente de los Estados Unidos. Mi sensación es que el mundo está bastante polarizado, que el centro se ha ido a los extremos y estos han tomado unos roles principales que no tenían antes.

En breve se cumplirán dos años de tu boda. ¿Qué lección sobre el amor has aprendido en este tiempo?

Siempre pienso que, en cuentos como Blancanieves, solo nos muestran cuando se da el beso con el príncipe y se casa, pero nadie nos enseña qué pasa después de comer perdices. Hace falta paciencia, saber escuchar, ser menos egoísta... La chispa es distinta, hemos evolucionado, ya no somos las mismas personas que hace dos años, pero ahora conozco a mi marido mucho más. Es muy bonito querer a alguien en el tiempo. Como poner a dos caballos en la misma carroza: parece difícil que vayan al mismo ritmo, pero se puede lograr con entrenamiento, trabajo y confianza. Para mí es un gran alivio dejarlo en manos de Jesús, María y los santos que nos han ayudado mucho.

Con motivo del día de la madre quisiste agradecer a tu madre, Isabel Preysler, todos los “sacrificios silenciosos” que había hecho por ti.

Ha hecho mil cosas. Tras separarse, y aunque mi tío Miguel (Boyer) ejerciera de figura paterna, era madre y padre, haciéndose cargo de todo. Ella no estudió una carrera, fue madre a los 18 años y, en aquella época, muchas mujeres de su estatus social ni siquiera trabajaban, pero se aseguró de que nunca nos faltara de nada. Siempre ha sido muy crítica consigo misma y con nosotros, diciéndome su versión de las cosas, aunque yo me rebelase o en ese momento no pudiera verlo. No cambiaría a mi madre por nada. Sin la educación que me dio no me habría ido tan bien en la vida.

Si te propusieran diseñar una colección de moda inspirada en el armario de la Preysler, ¿qué no podría faltar?

Ha tenido momentos de moda muy fuertes. De ella me encanta lo consciente que es de su cuerpo. Me encantaría revisionar sus looks, aunque es complicado, porque ha tenido tres maridos y tres épocas muy distintas. La etapa con tío Julio, con sus camisetas y jeans setenteros, es diferente a cuando se casó con mi padre. Yo la veo guapísima ahora, pero suele decir que su mejor momento fue entre los 40 y 50. Se fijaron en ella diseñadores como Giorgio Armani y siempre que íbamos a Estados Unidos aprovechaba para comprar looks de diseñadores nuevos emergentes que todavía no habían llegado aquí.

En una industria saturada de marcas de belleza, ¿qué tiene Sisley, firma de la que eres embajadora, para ti que no tenga el resto?

Es una empresa de calidad, familiar y una de las primeras en utilizar la botánica dentro de sus productos. Estoy obsesionada con su hidratante de labios. Cuando me ofrecieron colaborar estaba en Miami con mi hermana Chábeli y fue ella quien me aconsejó trabajar con ellos. Para temas de belleza siempre me he fiado mucho de Chábeli, fue quien me dio mi primera crema de ojos a los 16. Ahora ves a las de ocho años poniéndose cremas… El skincare hoy es como la delgadez en los 90.

Cada vez se habla más sobre la dismorfia corporal, esa percepción distorsionada que tenemos sobre nuestro propio aspecto. ¿Tú la has sufrido?

La mayoría de las mujeres no nos vemos bien porque, a nivel cultural, se nos ha objetificado, se nos ha exigido ser algo bonito y tener unos estándares de belleza imposibles de alcanzar para el 99% de la población. Cuando ves que no encajas en ese estándar, claro que te cuestionas, pero no solamente tú, también toda la sociedad, y empiezan las críticas y el bullying. Somos muy duras con nosotras, hasta el punto de que esos comentarios nunca los utilizaríamos con la gente de nuestro alrededor. Lo hablo mucho con mis amigas cuando se autocritican: “Qué triste que ese amor que le damos a otras personas no podamos dárnoslo también a nosotras mismas”.

En tu caso, además, cuentas con la presión de tener miles de miradas puestas sobre ti analizando cada kilo extra.

Trato de mantenerme al margen de las críticas. No soy modelo, no salgo siempre bien en las fotos, soy una persona normal con sus épocas mejores y peores, más tristes y más felices. Me gustaría tener el metabolismo de mi madre o de mi hermana, que se comen tartas enteras y no engordan, pero no lo tengo… ¿qué quieres que le haga? No voy a dejar de comer ni a vivir a base de lechuga. Para mí no es viable.

Me da la impresión de que la prensa siempre tiene un nuevo hito para ti: que si el novio, que si la boda, que si para cuándo el primer hijo…

Mi hermana dice que a partir del segundo hijo ya nadie te hace caso... (ríe). Lo acepto porque no sabes la cantidad de gente a la que les da pena cuando me pasa algo malo, se alegran cuando me va bien o se preocupan si ven que me cuesta quedarme embarazada. Eso es distinto a que te aborden con una alcachofa mientras caminas. He vivido con ello desde siempre, pero no te acostumbras nunca. Es abrasivo y complica mucho cualquier relación, para la gente resulta muy violento. Lo siento por Íñigo, por su familia y por mis amigos, que no tienen ninguna intención de ponerse en el foco.

Mencionabas antes tu proceso de embarazo. ¿Quieres compartir algo sobre su desarrollo?

Tras probar diferentes métodos he decidido darme un descanso, porque me encuentro saturada. Me estaba afectando. Íñigo lo lleva mucho mejor, mientras para mí era como una espada de Damocles. No descarto nada porque, si Dios quiere, siempre está la forma natural, pero no es algo que vaya a definir mi felicidad como persona. La maternidad es una bendición y soy muy niñera, pero puedo sentirme realizada en la vida sin ser madre.

Realización: Francesca Rinciari
Asistente de realización: Piluca Valverde
Maquillaje y peluquería: Álex Gancedo
Peluquería: Raquel Álvarez para Hair Rituel by Sisley
Arte: Dagmar Jiménez
Asistente de Arte : Yarden Karlinky
Manicura: Lucero Hurtado