“Baby, no me llame' / Que yo estoy ocupá' olvidando tus male' / Ya decidí que esta noche se sale / Con toa' mis motomami', con toda mis gyale”.

Con solo unos versos publicados en un vídeo de Instagram de apenas 30 segundos de duración, 'Despechá' de Rosalía ya es para muchos una candidata indiscutible a canción del verano incluso antes de su lanzamiento oficial. El éxito del hit nonato que la catalana anticipa en sus conciertos de la gira Motomami es solo la última prueba del alcance, predicamento y viralidad de todo lo que hace. No importa si es una nueva canción, ritmo, coreografía, chascarrillo, tendencia o marca de moda. Lo que toca la artista se convierte automáticamente en objeto de debate, interés y deseo para los incontables fans que siguen su trayectoria alrededor del mundo y los más de 20 millones de followers que permanecen atentos a cada nueva publicación en Instagram. Pero, ¿cómo ha logrado convertirse la catalana en una artista de magnitud global en tiempo récord?, ¿qué tiene Rosalía que no tengan las demás o qué ha hecho mejor que el resto? Su éxito está rodeado de tantas incógnitas como posibles respuestas, pero a continuación intentaremos desgranar las principales razones de un camino hacia el estrellato que, por muy lejano que se vea ya desde aquí abajo, no ha hecho más que despegar.

El talento de la artista natural de Sant Esteve Sesrovires, el pueblo barcelonés que vio nacer a Rosalia Vila Tobella un 25 de septiembre de 1992, es tan innegable como su capacidad para evolucionar y saber leer los gustos y deseos de un público internacional. Tras despuntar en la escena musical cañí como una suerte de folclórica del siglo XXI, capaz de acercar el flamenco a un público millennial poco o nada interesado en el género, la artista fusionó sus antecedentes flamencos con ritmos tan actuales y heterogéneos como la electrónica, el reguetón, el trap o el dembow. Lejos de acotar su sonido a uno que pudiera haber limitado su triunfo a los escenarios nacionales –a pesar de las primeras acusaciones de apropiación cultural por atreverse con el cante jondo siendo catalana–, Rosalía leyó los deseos de un mercado anhelante de encumbrar a la próxima gran estrella latina para canalizar la pujanza de los ritmos característicos de la cultura hispanohablante. ¿Por qué conformarse con un público potencial de 47 millones de personas pudiendo atraer a 543 millones? Así ha logrado colaborar con artistas tan variopintos como The Weeknd –al que hizo cantar en español–, Bad Bunny, J Balvin, Travis Scott, Billie Eilish o Tokischa, demostrando que no hay ritmo que se le resista ni ídolo internacional que rechace cantar a su lado. Si C. Tangana acuñó su trabajo como El madrileño, la catalana bien podría haber titulado Motomami como La latina.

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Rosalía durante su último concierto en Madrid de su gira 'El mal querer'. 

Pero más allá de la música, Rosalía emerge como la arquitecta de una estética reconocible y personal que ha creado escuela y la ha convertido en un imán para las marcas de lujo. Inspirada por los polígonos industriales y los camiones que la vieron crecer, en su armario no falta el chándal, las zapatillas con plataforma, los grills dentales y, por supuesto, sus archiconocidas uñas de gel. Su hermana Pili, inseparable centinela y asesora estética, artística y emocional, tiene parte de la culpa de haber construido esa imagen tan actual, rompedora e identificable. La misma que llamó la atención primero de diseñadores patrios como María Escoté, Dominnico o Palomo Spain –responsable del vestuario de su gira El Mal Querer–, y que después la catapultó a las primeras filas de desfiles tan codiciados como el de Burberry, Acne Studios o Jacquemus, así como a las portadas de las ediciones internacionales de las más reputadas revistas de moda y la prohibitiva alfombra roja de la gala Met. También a protagonizar una de las más recientes campañas de Skims, la firma de lencería de Kim Kardashian, amiga personal de la cantante.

La archiconocida influencer y empresaria es una más de los contactos que engrosan una agenda envidiable y con altura, herramienta clave a la hora de rodear a la artista de un séquito de amistades y colaboradores que ayudaran a labrar su camino meteórico. Si en sus inicios sobre los escenarios aparecieron nombres como Raül Refree (productor de su primer disco, Los Ángeles), El Guincho (El Mal Querer) o C. Tangana (expareja y cointérprete del temazo generacional Antes de morirme), su salto al otro lado del charco la ha llevado a relacionarse con figuras fundamentales en el engranaje de la industria musical internacional. Más allá de episodios más o menos anecdóticos como haberse convertido en la inesperada profesora de español de Alicia Keys o en prescripción incesante de contemporáneas como Dua Lipa o Lorde, no hay mejor prueba de la conquista de las Américas de Rosalía que el hito de convertirse en la primera mujer en interpretar dos canciones completamente en español en las 47 temporadas del famoso programa de humor Saturday Night Live.

Más allá de la influencia notable de su hermana y de su madre Pilar Tobella, que además es administradora única de Motomami, la empresa que controla los propósitos financieros de Rosalía, su estrellato global tiene como principal artífice a Rebeca León, manager de la catalana. Esta ejecutiva, estadounidense de padres cubanos, también estuvo detrás del encumbramiento de artistas como Juanes o J Balvin y ahora lidera “el club de chicas” –como ella misma lo denomina– que dirige los designios, fuera y dentro de los escenarios, de Rosalía. En su casa de Miami se refugió la cantante durante los meses de confinamiento a causa de la pandemia, tiempo que utilizó para componer su nuevo disco y cultivar una relación con el cantante Rauw Alejandro, la gran revelación de la música latina en 2021, que terminó por impulsar una proyección internacional que ya se antojaba imparable.

El puertorriqueño también fue el detonante de que Rosalía se atreviera por primera vez a hacer públicos detalles sobre su vida más íntima. Hace justo un año comenzaron a publicarse las primeras informaciones sobre la pareja y en el mes de septiembre dejaron atrás los rumores confirmando en sus redes sociales imágenes y vídeos de su relación. Sin embargo, ni su noviazgo con el cantante ni su comentada relación de amistad con Kylie Jenner y el resto del clan Kardashian ha opacado la luz de Rosalía, que sigue brillando por derecho propio entre tanta celebrity digital.

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Rosalía en el Mad Cool 2019.

En ese terreno precisamente es dónde mejor ha aprendido a moverse la catalana. Tanto en su cuenta de Instagram como en la de Twitter o TikTok, Rosalía demuestra una combinación perfecta entre diva clásica –canta y baila para sus seguidores–, icono de moda –comparte sus experiencias en desfiles y campañas– y amiga cercana y reconocible –lo mismo recomienda la tortilla de patatas de El Bar del Pollo en Barcelona que asegura que es incapaz de ver Stranger Things sola por la noche–. Además, ha creado toda una jerga/meme en torno a la Motomami y sus mandamientos en Twitter – “Una motomami es una leyenda del fitness, pero siempre pide postre”– o innova presentando las 16 canciones de su último disco con una suerte de cortometraje tiktokero. Diluyendo con sus respuestas en los Stories de Instagram las barreras históricas entre artista y fanaticada, pero manteniendo a su vez ese halo de estrella inalcanzable con la que poblar nuestros sueños.

Ganadora de 8 Grammys Latinos y 1 Grammy absoluto, y a falta de recolectar en forma de estatuillas todo lo sembrado con su último álbum, Rosalía promete seguir edificando una carrera sólida entre Miami, donde pasa la mayor parte del tiempo cumpliendo con sus obligaciones profesionales cuando no está de gira, y Manresa, donde ha comprado una lujosa masía de principios del siglo XX. Un ejemplo más de cómo su música y su vida se mueven entre dos mundos –en sus letras hace tiempo que conviven castellano, catalán, inglés o slang típico puertorriqueño o dominicano– demostrando qué es, cómo nace y cómo se desarrolla una estrella global del siglo XXI.

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Rosalía con su premio Grammy al Mejor disco latino de rock, urbano o alternativo por su álbum El mal querer.