Ni París, ni Milán: el lugar elegido por Giambattista Valli para presentar por primera vez en un desfile su colección de vestidos de novia ha sido la Ciudad Condal, donde ha mostrado sus espectaculares propuestas en el marco de Barcelona Bridal Fashion Week.

“Barcelona es la capital mundial de la moda nupcial y celebrar un desfile aquí es la evolución natural de mi Love Collection, y me dará la oportunidad de narrar mejor mi visión en el mejor escenario posible”, ha asegurado el diseñador.

Sus propuestas se han compuesto de diez vestidos de la tercera "Love Collection", diez diseños icónicos de la primera y segunda "Love Collections" y diez creaciones de Alta Costura. La marca se ha alejado de los clásicos rituales nupciales clásicos para abrazar las emociones, algo que ha quedado patente en la idílica estética y en los vestidos repletos de líneas limpias, volúmenes inolvidables o detalles inesperados. “El ambiente romántico y cosmopolita de Barcelona encaja perfectamente con el tema de mi colección, que celebra el amor y el romanticismo”, señalaba.

Poco antes del desfile, saltaba la noticia de que en el front row habría nombres de la talla de Olivia Palermo, Hiba Abouk y Blanca Romero. Al descubrirlo, no lo dudamos y aprovechamos la ocasión para citarnos con la asturiana para acompañarla en el proceso de preparar su look para el fashion show.

Momentos antes de comenzar la entrevista, Blanca cambia de opinión: aunque tenía en mente un outfit de la colección resort 2024 de Giambattista Valli con estampado  “Jardin du Cap”, decide escoger un maxi vestido negro con falda abultada y motivos de encaje en el escote. Lo curioso es que en realidad, el color más oscuro del pantone era elegido antes por quienes pasaban por el altar.

¿El motivo? Mero pragmatismo: la costumbre de someterse a largos lutos ante la muerte de un allegado llevó a las mujeres a apostar por el negro para amortizar el diseño. Cuando pasado el tiempo los enlaces se convirtieron en una manera de reafirmar un estatus social, se impuso el blanco.

¿Será casualidad que la asturiana haya apostado precisamente por el negro en un día en el que el universo nupcial se impone? Hablamos con ella sobre bodas, sobre la diversidad (o la falta de la misma) en la moda, sobre hombres, sobre cine… Entre otras cosas, porque hablar con Blanca Romero es un festejo interminable que al acabar, te fuerza a decir, en bajito: “No, quiero… ¡Que se termine!”.

Blanca Romero
Beatriz Janer

 

En primer lugar, háblanos del lookazo de Giambattista Valli que has escogido.

He apostado por esta maravilla de vestido pese a que hacía un montón que no me vestía de negro. Lo primero que busco en un vestido es que sea cómodo y que al ponérmelo, me haga sentir que es una segunda piel. En cuanto noto que hay algo que no encaja, en el instante en el que el diseño no cae cómo tiene que caer, sé que no es mi vestido. Lo primero que me atrajo del que llevo es que es muy cómodo. Con este look, podría estar por mi casa friendo huevos, ¿sabes? (dice entre risas). Estoy cómoda, y creo que eso es lo primero que hay que buscar para estar guapa y sentirte a gusto. Y por supuesto, no vamos a negar que es una monada. Está repleto de detalles que lo hacen distinto.

¿Cuál es la diferencia entre un look para un front row como el de hoy y el que elegirías para asistir a una boda?

A las bodas no voy, porque no me gustan. Sin embargo, si tuviera que ir a una, disfrutaría del proceso de buscar el vestido. Vengo del mundo de la moda, que me encanta. Me parece que las firmas hacen obras de arte y me parece maravilloso poder ir un día de princesa, sentirte guapa y al mismo tiempo, lucir cómoda estando elegante, porque me gusta que mis looks lo sean, y Valli tiene siempre ese punto.

Giambattista Valli es una marca que aboga por el womanspreading, en el sentido de que reivindica que las mujeres ocupemos espacio. ¿Qué te parece esta postura?

Es maravilloso que tengamos nuestro espacio. A mí me encanta incluso en mi casa, con mi hijo, que por ejemplo, está siempre encima de mí. Aunque tenemos un sofá de tres por tres, él se me echa encima y acaba aplastando a los perros, a los que amo. Sin embargo, el espacio es importantísimo y es muy necesario mantenerlo.

De Giambattista Valli se dice que es “el más francés de los diseñadores italianos”. Rellena la frase: “Blanca Romero es la más xxxxx de las actrices asturianas?

La más camaleónica, porque cambio de registro de 0 a 100. Entro al baño y salgo siendo otra.


Vimos a tu hija Lucía lucir un Giambattista Valli x H&M con el que estaba impresionante. ¿Sois el tipo de madre e hija que comparten ropa?

Más que prestarnos ropa, nos gusta robarnos cosillas. Nos hace más ilusión. Sé que cuando entra en mi cuarto y sale de cierta forma, me ha robado algo, y yo hago lo mismo. Espero a que se vaya y cuando no está, miro qué tiene en su armario y pienso: “Seguro que Lucía tiene algo”, porque yo tengo muy poca ropa. Prácticamente no tengo nada porque tengo TOC de limpieza y necesito sacar todo de casa. No tengo armarios en las habitaciones. Incluso sin vivir ella en casa, tiene más ropa ahí que yo, aunque viene tres veces al año. No tengo armario siquiera, tengo un perchero con tres cositas…

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Beatriz Janer

Te vimos desfilar con ella en un desfile de una firma nupcial. ¿Te sentiste cómoda?

Yo, sinceramente, ese año me sentí muy mal, como si fuera una  maruja que sale a la pasarela. Quizá es porque estaba un poco más plof y porque estaba con unos kilos de más. Por si fuera poco, desfilaba junto a modelos de Victoria's Secret, que tienen unas piernas que miden dos metros, y de repente, salgo yo, con 20 o 30 años más… Aunque estuve a gusto y muy metida en mi papel, me sentí súper maruja, y encima, muy tapada.

¿Cómo te ves ahora?

Estoy en un momento de mi vida en el que me veo más joven, en el que me veo mejor y en el que me siento mejor, mucho mejor que en aquel desfile.

Estuviste en el front row de la última edición de Mercedes Benz Fashion Week Madrid. ¿Echas de menos la pasarela?

A mí lo de caminar con tacones no me gusta: siempre me los acabo quitando en los desfiles. He desfilado incluso en París, aunque nunca Alta Costura, porque me faltan centímetros, pero la pasarela no es mi fuerte. ¡Es que no camino bien! Parece que ando medio coja; soy un poco Lina Morgan. Sin embargo, a veces me apetece y me arranco. Pero lo hago por ese power que te entra cuando te vienes arriba. Es maravilloso sentirse diva, y todas llevamos una diva dentro a la que de vez en cuando, hay que sacar a pasear.

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Beatriz Janer

 

Quizás por eso desfilaste hace relativamente poco para Eduardo Navarrete, porque le gusta potenciar la energía y la personalidad de sus modelos, ¿no?

Sí, y me quité los zapatos. ¡Qué disgusto le di! Cuando me vio, casi me mata. “Eso no te lo hace nadie! ¡Ni una Naomi Campbell!”, me dijo. Pero me los quité y salí descalza, al final.

Precisamente Navarrete me ha dicho que te pregunte cuál es tu tratamiento de belleza preferido.

Hoy he me han hecho un masaje como ninguno en mi vida, de gimnasia facial: Work your face. Me pusieron una especie de  radiofrecuencia que me movía toda la cara, me hicieron ejercicios con una pelota, me dieron masaje manual y te aseguro que de la cara que traía a la que tengo ahora, hay una diferencia bestial. Por lo visto, ¡hay que empezar a hacer más gimnasia facial!

Tu hija Lucía ha dicho que la diversidad en la moda es una mentira. ¿Tú lo crees así?

Yo creo que hay un punto en el que la moda tiene que vender un sueño. Es como quien quiere ser futbolista: no todo el mundo puede jugar al fútbol: odiará a la gente que nace con ese don. Hay personas que por su físico, no pueden ser modelos. Es maravilloso que se haga ropa para todo el mundo, pero el concepto moda, al igual que el de la Alta Costura, es un sueño. Es como si de repente decimos que Disney no existe: ya lo sabemos, pero lo bonito es vender sueños. En el cine pasa igual: nos gusta ver un actor guapísimo del que nos enamoramos y del que disfrutamos en la pantalla. Es genial que haya cabida para todos, pero también hay que respetar a esa gente que tiene esa belleza, que hace soñar y que muestra lo bello. Ahora parece que con tanta diversidad, se está aplastando a lo bonito y lo bello, que también tiene que brillar. Antes, en la moda, la dinámica era la de que si no entrabas en la talla, te ibas a tu casa. La que nace, mide dos metros, pesa tres kilos y es un avatar, podrá ser modelo. ¿Y la otra? Bueno, pues no podrá ser otra cosa que por cierto, a lo mejor es mucho más bonita y más bella que ser modelo.

Tanto Lucía como Arizona Muse han dicho que creen que la moda es algo tóxica. ¿Qué piensas tú?

Yo, por ejemplo, estoy desnuda delante de un equipo de 100 personas y obviamente, lo que presento es el personaje, porque esa mujer no soy yo, es la modelo, ¿sabes? Ahí me siento estupenda y me hago 50 fotos con tanga, poso en lencería y no pasa nada, porque estoy súper a gusto. Pero después llego a mi casa con mi chico y cuando voy al baño, apago la luz y me tapo, porque me da vergüenza que me vea el trasero. Hay que saber diferenciar lo que es una persona vulnerable, la que tú eres realmente, con tus sentimientos, y la que eres como modelo, porque no tienen nada que ver. Hay que saber separarlo sanamente. La profesión de modelo es maravillosa, pero también muy dura, mucho más que la de ser actriz.

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Beatriz Janer

Ahora que  hablas de la dicotomía persona-personaje, ¿no crees que a veces ese personaje de Blanca Romero, tan fuerte, se come a Blanca como persona, quizás más calmada?

No. Sé perfectamente hacer un personaje gris. Por ejemplo en ‘Bajo sospecha’ era una policía secreta, súper gris, súper en su sitio y súper ordenada. No me cuesta nada, porque sé comportarme y hacerlo. El sello de mujer fuerte ya forma parte de mi marca, que creé yo. Yo creo que ese sello tan mío y personal tiene don de masas. Mola mover un poco el cocido y meter un hervor de vez en cuando.

De hecho, has dicho alguna vez que a la gente le gusta tu lado más salvaje, pero que a las marcas, no tanto…¿Por qué crees que es así?

Porque tienen otros registros, otro diálogo, otro idioma… Y claro, cuando se es tan polifacético, puedes perfectamente dar el perfil de cualquier cosa. Es como Shakira, que tan pronto se pone como una loba, como se pone romántica a cantar con su hijo al piano y te saca dos lagrimones. Eso es ser artista. Lo que tienes que saber es qué quieren, cuál de tus registros es el que buscan. Si sabes trabajar con tus emociones, si tienes una flexibilidad emocional sana, potente y buena, tan sólo tienen que saber por dónde dirigirte bien. No tiene mayor problema. Luego ya te pueden poner fina, te pueden poner como la más elegante, como la más sensible o como la más salvaje, porque eso depende de la marca. Me gusta trabajar con gente que se atreve de verdad; los que apuestan por mí. Así voy a trabajar mucho más tranquila. Me gusta la gente que no me tiene miedo, la gente que me admira, la gente que me deja ser y que me deja aportar. A mí me gusta ir a los sitios para aportar algo, no para hacer cosas vacías que no me traen ninguna satisfacción personal cuando me voy.

Has mencionado a Shakira. Recientemente dijo que dejó apartada la carrera para cuidar de sus hijos, y muchos la criticaron. Tú has dicho que por tu familia, hiciste un parón. ¿Te arrepientes? ¿Te han criticado por ello?

Hay mucha gente que me pregunta de qué vivo. No está bien que lo diga yo, porque para eso tengo una filmografía, pero ya es cansino escuchar eso. He hecho tres series que fueron líderes de audiencia, he trabajado en Italia, he hecho películas… Empecé con Física o Química, que fue una revolución. Luego me nominaron a un Goya con la primera peli que hice, y curré mucho. No sé si podría estar toda mi vida sin trabajar, probablemente no, pero lo hice bien y tuve mucha suerte. Yo creo que siempre que quiero trabajar, no me falta trabajo. De hecho, cuando no me salen las cosas, es porque en el fondo, yo no las quería. Cuando algo me hace en la patata “zas”, va a ser mío. Pero pocas cosas me llaman la atención y hacen que me apetezca salir de mi casa. Yo ya no quiero más de lo mismo.

¿Qué tiene que tener algo para que te llame la atención o qué ha de tener una marca para que te atraiga?

¡Lo tiene que tener todo! Tiene que ser un producto brutal, una calidad excepcional, un gusto exquisito… Tiene que ser divertida y canalla. Tiene que tener absolutamente todos los colores del lienzo que a mí me llenen. Es entonces cuando digo sí: ahí voy a muerte.

Porque eres  de las de “yo trabajo para vivir, no vivo para trabajar”, ¿no?

Sí, siempre. Me gusta el dinero y me gusta vivir bien. De hecho, soy una privilegiada. Curré mucho, me dejé la piel y los codos, pero me gustan las cosas buenas, normales, básicas y simples. Sin embargo, llevo una diva dentro, aunque viva en una aldea, vaya de chándal y no me cuide tanto a nivel estético… En el fondo sé perfectamente que tengo acceso a otra vida, que llevo una reinona dentro: cuando tengo que ser la mejor, no hay otra opción. Si voy, voy. Lo tengo clarísimo. Tengo muy sana e intacta a la diva que tengo dentro: está esperando órdenes para que le coloque la mano.

En ‘La abadesa’ das vida a Eloísa, que es una monja atea. ¿Cómo vas de fe?

Mmm. Bueno, yo era creyente… Creo. De hecho, creo que yo creo en Dios, pero Luisa no creía. Eso me creó un conflicto, porque además, yo siempre soñé con hacer un personaje de monja. Al final, la vida siempre te da algo mucho mejor y cosas más grandes de lo que habías soñado. Pero fue complicado el papel, porque no creía, por lo que creó un conflicto para mí.  El de Luisa me parece el mejor personaje que hecho, a día de hoy, el que más poso tiene. Me parece una pedazo de mujer brutal, con una entereza,  una fuerza y unas frases… En el primer visionado, cerré los ojos y sólo la escuché. No la quería ni ver, porque no me hacía falta ni verla. Simplemente con escucharla, me pareció brutal. Fue una de esas cosas que hacen que te vayas a la cama tan a gusto, sabiendo que tu trabajo está bien hecho, porque no siempre nos vamos a la cama pensando que hicimos bien las cosas, ni como madre, ni trabajando. Es más: la voy a volver a ver. No he vuelto a ver ninguna de mis películas, pero esta peli la voy a ver por tercera, cuarta y quinta vez, porque lo necesito.

En esa época, había muchas mujeres que se metían a monjas para ocultar cosas. Me da la impresión de que tú, en cambio, ocultas poco, ¿no?

¡Anda que no hay cosas que no sabéis de mi vida! Hay muchos aspectos que son una incógnita. De hecho, ¿acaso sabéis lo que yo quiero realmente? Mi biografía no la tenéis completa siquiera. Sabéis lo que sabéis.

Pues no te ha hecho falta un convento.

Bueno, perdona: llevo en un convento diez años, porque vivo en un monte. ¿Te parece ese poco convento?

¿Cómo ha sido, por cierto, el cambio de la ciudad al monte?

Como son internos, pasas por los mismos estados anímicos en una buhardilla en el centro de Nueva York que en un monte, porque se trata de algo interior.  Sí es cierto que en mi casa es muy fácil ser feliz, porque te invita a ello y es un espacio de luz, de alegría y de naturaleza. Es un lugar brutal. Así es más fácil y más cómodo vivir. Estoy muy a gusto y siempre y cuando vuelva a la ciudad. Ahora voy a ir dos días al mes a ponerme guapa, porque lo necesito como mujer.

¿No ha romantizado en exceso la gente el campo?

Yo creo que es necesario para curarte, para desestresarte, para ponerte otra vez de 0 a 100. Yo estoy currando en Madrid, y cuando llego a mi casa, es algo maravilloso. Si estuviese de seguido en Madrid, lo notaría. ¿Es necesario el contacto con la naturaleza? Sí, y sano.

Has hablado de tu papel de madre. Lucía es claramente feminista. ¿La criaste teniendo en mente el feminismo?

Es que ella se crió con una madre a la que vio cómo luchaba por ello, cómo la criaba y cómo la sacaba adelante. En aquella época todavía se veía un poco mal el divorcio, y fui tal vez criticada por hacer algo tan normal como hoy en día, es separarse. Yo creo que todo eso le influyó. Tampoco ella se crió ni creció viendo un padre en casa, o a un novio que cuidase a su madre y le diese cariño. Siempre me vio sola, luchando. Ella también vio cómo trato al género masculino y dijo: “¡Uf!”. Yo creo que lo lleva en vena por lo que vio, no porque nunca le haya dicho nada, jamás. De hecho, tengo un hijo y lo he criado igual..  Bueno, igual miento, porque soy más abuela con el pequeño. Con ella, yo tenía 22 años. Es imposible que la criara igual que ahora, con casi 50. Soy feminista porque la vida me ha obligado a serlo. Me dio dos hijos sin ayuda, como madre soltera. Mi hijo nunca ha visto a un hombre en casa: el hogar es el hogar, y eso es intocable. El día que entre alguien en casa, será porque va a quedarse. Pero Lucía sí vio novios, claro. Pero yo me defendía bien.

¿En qué momento dijiste: “soy feminista”?

Soy una feminista de día a día, no porque yo lo piense ni porque lo haya decidido. La vida me obligó a ser feminista. Nunca necesité a un tío para nada. De hecho, los hombres siempre me han molestado y han venido cuando estaba bien para tumbarme. Nunca tuve la suerte de que llegase un hombre a mi vida y me la hiciera más bonita: siempre me la dejó peor. Por eso decidí no dar acceso a ningún hombre más en mi vida y estar tranquila y bien.

Alguna vez has reconocido que has cogido algún trabajo para pagar el alquiler. ¿Por qué la gente tiene miedo a reconocer esas cosas?

La vida no siempre te da caramelos. Por ejemplo, yo entré en MasterChef aunque siempre pensé que jamás iría a un talent show, del mismo modo que tampoco quería hacer series y terminé haciéndolas, y después, me lo pasé increíble. Es más: volví y volveré. Yo ya formo parte de la familia MasterChef, y volveré en todas sus ediciones, hasta viejita, porque me encanta ir a verlos y me lo paso increíble allí.

Te casaste vestida de Karl Lagerfeld, pero el vestido lo tiene una sobrina tuya a la que se lo dejaste para Halloween… ¿No?

¡No se lo dejé! Me lo cogió ella del armario. Yo creo que todas las hijas y las sobrinas roban el vestido de novia. Eso hice con el de mi madre: se lo robé, lo usé, lo probé y jugamos con él. No sé dónde estará mi vestido de novia… Sé que pasó por una tintorería. Le corté las mangas el día de la boda, porque hacía  calor y eran muy ceñidas, como hacía Karl Lagerfeld.

¿Te volverías a casar con ese look?

Hombre, cambiaría, por hacer algo distinto, pero era muy bonito, todo un clásico. Era súper elegante y me pareció precioso. Tal vez me pondría otro, pero bueno, sería uno parecido.

*Créditos: vestido, zapatos y bolso de Giambattista Valli.

Susana Cabrera como styler y Manu García de SalonToro cargo del peinado de la actriz. 

Agradecimientos: Hotel Almanac.