Cuando Victoria Federica cumplió la mayoría de edad, su padre, Jaime de Marichalar, la sorprendió con un par de zapatos firmados por el exclusivo diseñador canario Manolo Blahnik. A pesar de que el estilo de su hija estaba por aquella época en las antípodas de la sofisticación asociada al zapatero favorito de Carrie Bradshaw (solía vestir ropa informal y el calzado plano propio de una chica de su edad), el regalo puede considerarse sintomático de la pasión por la moda de la que siempre ha hecho gala Jaime de Marichalar y que ha sabido transmitir a su hija. No en vano, la primera aparición de Vic –como la conocen los más cercanos– en un gran desfile de moda fue junto a su progenitor cuando ambos se dejaron ver en la presentación Alta Costura de Dior en el verano de 2021. Desde entonces, la joven no ha dejado de acudir a distintas citas con la moda internacional demostrando un interés por un sector en el que, como ella misma ha confesado a InStyle en la entrevista que protagoniza nuestro número de diciembre, le gustaría enfocar su carrera: “Mi futuro en lo profesional lo veo dentro del sector de la moda, es donde estoy desarrollándome actualmente y creo que puedo aportar más valor”, asegura.

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Sin duda, el papel de sus progenitores ha sido determinante a la hora de desarrollar y educar una pulsión presumiblemente convertible en salida laboral. Marichalar, reconocido por su elegancia salpicada de ciertas extravagancias, es consejero en empresas del sector como Fendi y Loewe, ambas pertenecientes al grupo LVMH, capitaneado por su gran amigo Bernard Arnault. La infanta Elena, por su parte, fue un icono de estilo laureado por la crónica social y moldeado, en la opinión de muchos, por el que fuera su marido. Si bien hoy, volcada en su labor en la Fundación Mapfre, prefiere la comodidad de los vaqueros o los trajes sastre, hubo un tiempo en el que Doña Elena convencía a la prensa internacional con looks firmados por Christian Lacroix, Oscar de la Renta, Christian Dior, Valentino o modistas nacionales como Lorenzo Caprile. Esos años coincidieron con el inicio de su relación con su exmarido, que ya por entonces era considerado todo un experto en moda e instigador de su cambio de imagen. Así ambos se han convertido en claras influencias estilísticas para Victoria Federica, que desde la cuna ha mamado el interés por las grandes firmas heredando, por ejemplo, bolsos clásicos como el Chanel 2.55, que ha lucido en varias ocasiones y que la infanta Elena atesora en varios colores y acabados. “He tenido dos influencias grandes en mi vida como son mi padre y mi madre a los cuales considero unos referentes de estilo e intento coger lo mejor de cada uno. Poder seguir su manera de vestir creo que ha sido una ventaja porque he visto con normalidad el seguimiento de las tendencias para poder tener desde hace tiempo un gusto propio bastante definido”, confirma a esta revista la propia Victoria.

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En este último año, en el que la joven ha multiplicado su presencia mediática generando titulares en las revistas de moda con cada aparición, son muchos los paralelismos que pueden establecerse con el armario materno durante sus años de matrimonio con Jaime de Marichalar. Victoria ha vestido de Lorenzo Caprile, responsable, por ejemplo, del diseño con torera goyesca bordada con el que la infanta Elena dejó boquiabierto a medio mundo durante su llegada a la boda de Victoria de Suecia y Daniel Westling en 2010. También se ha inspirado en la infanta más castiza, que solía lucir chaquetillas, madroños y referencias al siglo XIX español, llevando mantillas, abanicos o toreras inspiradas en el mundo de la tauromaquia, pasión que también comparte con su madre. Y, por supuesto, ha lucido firmas como Loewe, Dior o Chanel, todas ellas presentes en el armario materno en aquellos años en los que logró un perfecto equilibrio entre las referencias más patrióticas y el estilo más afrancesado.

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La maison francesa, ahora capitaneada por Virginie Viard, fue precisamente la que en su día sentó a la infanta junto al ex duque de Lugo en la primera fila de un desfile de alta costura. En 1997 ambos se dejaron ver en París, ciudad en la que se habían conocido y donde pasaron los primeros años de casados, en la codiciada primera fila de uno de los desfiles más importantes de la industria: el de Chanel. Como haría años después acompañando a su hija a su primera semana de la moda, Jaime de Marichalar invitó a Doña Elena a aquella cita llegando a fotografiarse ambos con el mismísimo Karl Lagerfeld, que por entonces era director creativo de Chanel, al final del desfile. En aquella época la infanta era clienta habitual de la firma francesa. Por ejemplo, se vistió con un abrigo de tweed en cuadros lilas y berenjenas con cinturón-lazo de la maison para asistir a la boda de su primo Beltrán Gómez-Acebo con Laura Ponte en 2004 y, como señalábamos unas líneas más arriba, era y es fanática de los bolsos de la casa francesa con los que ahora también puede verse a su hija.

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La icónica trenza que la infanta Elena convirtió en prolongación de su anatomía también es otro punto de unión en el estilo maternofilial. Victoria Federica la ha lucido en numerosas ocasiones, tanto al centro como en su versión lateral, e incluso cuando cambia de peinado suele apostar por acabados tan naturales y despreocupados como los que siempre han caracterizado a su madre. Y si la primogénita de los reyes eméritos logró ser calificada como camaleónica a la hora de vestir, su heredera no se queda atrás. Lo mismo se ha dejado ver con vestidos y complementos tan regios como una peineta con mantilla que se ha enfundado en diseños transparentes, sudaderas de firmas tan contemporáneas como Off-White o se ha atrevido con las últimas tendencias: del pantalón deportivo con raya lateral a los tops que dejan el ombligo al descubierto. También su padre ha asumido riesgos estilísticos haciendo de sus famosas pashminas estampadas parte de su seña de identidad y demostrando su convencimiento de que la moda está para experimentar.

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No cabe duda de que Victoria Federica de Marichalar y Borbón ha tenido los mejores maestros para iniciarse en el mundo de la moda y ahora es ella la encargada de hacer su personal interpretación de los conocimientos aprendidos. A juzgar por el interés que despierta cada una de sus elecciones, la joven de 22 años es digna heredera del estilo exhibido por sus padres. Y ahora que las apariciones de pompa y boato de ambos se han visto mermadas (Doña Elena carece de agenda oficial desde que su hermano, Felipe VI, redujera la familia real), la ubicuidad de la joven en las fiestas patrias y eventos internacionales del sector concentran en ella toda la atención. Todo apunta a que tiene bien interiorizadas las lecciones aprendidas desde la infancia.

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