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El mayor terremoto social en la historia de Hollywood, que tuvo en 2017 al productor Harvey Weinstein como protagonista y a The New York Times y New Yorker como transmisores de sendas investigaciones al respecto, al ser acusado de acoso y abuso sexual por decenas de mujeres, algunas de ellas de la fama de Salma Hayek o Ashley Judd, acabó salpicando de lleno a la firma de moda de lujo de su por entonces esposa, Georgina Chapman, al confesar otras celebrities como Renée Zellweger que Weinstein les obligaba a elegir los diseños de su firma Marchesa para acudir a las diferentes alfombras rojas.
Sea como fuere, Georgina, que se divorció inmediatamente del que fue su marido durante una década, desapareció de la escena pública y con ella lo hizo también y el sello que fundó junto a su socia Keren Craig. Marchesa dejó de desfilar en Nueva York, donde era un fijo desde hacía años, y solo continuó operando a través de grandes almacenes de lujo, pero sin hacer ningún tipo de presentación o comunicación desde entonces.
Dos años años después de aquello, Chapman y su socia han decidido elegir Barcelona para el regreso al primer nivel mediático de Marchesa, que ha sobrevivido también gracias al apoyo de un emblema del sector como es Anne Wintour, que el año pasado defendió públicamente a la diseñadora británica en un número de su revista en el que también publicó una entrevista con ella, en el que fue el primer paso tanto de Chapman como de Marchesa para recuperar su actividad previa.
Durante este amplio paréntesis, Marchesa ha recibido también algunos otros gestos de apoyo, tanto en el CFDA (The Council of Fashion Designers of America) como en algunas alfombras, donde personajes de la talla de Cindy Crawford o Scarlett Johansson han llevado -con cuentagotas, eso sí- vestidos suyos.
EL REGRESO DE MARCHESA
Este contexto explica por qué la expectación ante la vuelta a la pasarela de Marchesa ha sido tan sobresaliente y por qué todos los focos del sector de la moda pero también de la crónica social norteamericana y británica se han girado para enfocar de lleno a la Ciudad Condal en las últimas horas al ser la ciudad elegida por las dos fundadoras del sello para desfilar por primera vez tras el escándalo Weinstein.
El desfile ha estado enmarcado dentro de la Valmont Barcelona Bridal Week de 2019, una cita esencial para el subsector de las bodas y, más en concreto, del de las novias, que ha sido la forma en la que Marchesa ha decidido reinventarse para tratar de recuperar la posición de éxito que tuvo no hace tanto tiempo con una primera colección que también incluye muchos vestidos de fiesta.
En un escenario insuperable, los preciosos jardines del palacio de Pedralbes, transformados en un escenario de cuento, Marchesa presentó su primera visión de cómo ve a la novia del 2019: romántica y mística, con gusto por lo recargado. Lo hizo inspirándose en el poema ‘Pathways’, de Rainer Maria Rilke, que homenajeó en una selección de diseños elegantes y sofisticados en el que el volumen, la fluidez generada a través de distintas texturas y un toque de barroquismo gracias al uso de decoración como las perlas y las flores fueron elementos comunes en todos los diseños.