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La camisa blanca, romántica y abullonada, nos conduce hasta una época mucho más convulsa, a mediados del siglo XVII, a un Versalles clasicista, a una corte opulenta y protocolaria, a bailes fastuosos (casi tanto como los banquetes) y a un paisajismo circular donde las esculturas se señalan unas a otras. Esta prenda era un signo de distinción que, curiosamente en sus inicios, se llevaba como ropa interior mostrando únicamente el cuello y, en ocasiones, los puños. ¿Habéis escuchado lo de quedarse en mangas de camisa? Aquella distinción se le atribuía, nada más y nada menos que a la adinerada aristocracia, su acomodada situación social les permitía lavar la prenda a menudo y mantenerla limpia, algo impensable para el pueblo cuyas jornadas parecían no terminar ni con la puesta del sol.
Años (y siglos) más tarde, Coco Chanel hizo de la camisa blanca, junto con una falda y medias negras, su seña de identidad, ella quería vestir a una mujer activa, moderna, libre, capaz de reírse sin miedo a desmayarse a causa de un corsé extremadamente ajustado. Hoy, tanto esa camisa blanca más actual que llevaba la diseñadora francesa, como aquellas que nos recuerdan al Palacio de Versalles, han visto su retorno para la temporada otoño-invierno 2019-2020. Céline, Chloé e Isabel Marant han presentado varios diseños diferentes, todos ellos con un gusto evidente por los volantes, fruncidos en puños y cuellos, mangas abullonadas, escotes muy recatados, encaje y lazos extra grandes. Esta tendencia ha sido fotografiada en el street style de las semanas de la moda de París y Nueva York, además, marcas como Bash, Silvia Tcherassi, Laagam, Zara o Mango ya tienen en sus colecciones una (o varias) blusas de este estilo. ¿Una confesión? Ya tenemos más de tres en nuestras cestas.