Miriam Núñez Del Bosque
La diseñadora Vivienne Westwood, durante la presentación de una feria de moda a la que fue invitada en 2017 como embajadora, agarró el micrófono y dijo: “Hay que comprar menos”.
Quizás, durante los tentadores periodos de rebajas, debería escribir esa frase en un post-it y dejarlo en un lugar visible de mi mesa, tatuármela en mi mano derecha (para no darle tan impulsivamente al botón de pagar) o grabarla en mi tarjeta de crédito con tinta fluorescente para un resultado presumiblemente eficaz. Aun así, yo le añadiría: “... y comprar mejor”.
Puede que así, las bolsas más estructuradas no ocuparan tanto espacio en el dormitorio y vestidor, ni convivieran en mi apartamento como si fueran un inquilino más y de pleno derecho. Tal vez y solo tal vez, dejaría de hacer torres con las cajas de zapatos que acaban pareciéndose inevitablemente (y peligrosamente) a la de Pisa. (En esas ocasiones pienso que debería haber estudiado arquitectura o un Grado en riesgos laborales).

Este último año y, sobre todo, tras la insólita y desgarradora situación que nos ha tocado vivir, la concienciación ha sido algo natural y necesario. Ha sido, igualmente, una oportunidad para conocer y valorar la moda local y sostenible, una llamada de atención que me ha hecho recordad aquello que siempre decía mi abuela: “ No compres mucho, lo mejor es tener pocas cosas pero buenas y elegantes, yo sigo llevando las mismas joyas y los mismos bolsos que cuando era joven y, si tuviera el mismo cuerpo que en aquellos años, me pondría mis trajes de chaqueta y mis vestidos”.
Pero, como ocurre casi siempre, la tentación no deja de llamar a la puerta. Es aquel mosquito incordioso que no se conforma con picar solo una vez. Y es en esos momentos en los que noto que el consumismo empieza de nuevo a correr por mis venas, cuando pienso en Livia Firth, italiana, embajadora de la ONU y cofundadora de Eco Age y en aquella frase que dijo sobre el fast fashion: “La moda rápida es como la comida rápida. Una vez que el azúcar se ha ido, sólo te deja un mal sabor de boca”. Y, pensándolo bien, la mayoría de las veces es exactamente así. Livia también ha mostrado su apoyo a aquellas firmas que quieren hacer un cambio y aplaude, por ejemplo, la decisión de un gigante como Gucci, de hacer solo dos colecciones al año.

Puede que sea la madurez de haber pasado los 20 años pero, aunque pueda parecer mentira, comprar ropa en grandes tiendas nacionales e internacionales ya no me resulta tan excitante. Después de acostumbrarme al sabor del café sin ingentes cantidades de azúcar y al gusto de la cerveza y del vino (difícil en los inicios), preferir los zapatos planos a los tacones, los planes más tranquilos a las discotecas, los bolsos pequeños o medianos a los grandes y extra grandes que llevaba hace unos años (por culpa de Mary Kate y Ashley Olsen), ese cambio de parecer (o sentir) resulta una transición lógica y sensata.
Estos últimos meses he preferido invertir en este tipo de moda y me resulta infinitamente más satisfactorio. Es fascinante el talento (y el trabajo) que hay detrás del made in Spain. Cada vez que me toca viajar no me separo de mi gran neceser de Lonbali (en el cual personalizaron mis iniciales), mis merceditas de Bohemian Shoes aguantan eternas caminatas por las calles de la ciudad, mis bolsos de Beyton, Leandra y Jane Burden acaparan todo el street style, mis bikinis de Saona Barcelona y Camila CTG siguen intactos tras días eternos de agua salada, sol y arena y mi chaqueta rosa de Yerse siempre es la elegida cuando refresca por las noches.

Tras mi experiencia con tantas marcas pequeñas españolas, no puedo dejar de recomendarlas ni dejar de hablar de ellas. Sus diseños son maravillosamente originales y únicos, juegan con los tejidos, colores y estampados con gran maestría, los acabados son perfectos dada su producción artesanal y la ética y sostenibilidad se hacen más presentes. Este tipo de marcas son una oda al savoir-faire, un ejemplo visible de que siempre hay que elegir calidad antes que cantidad.
Este pequeño mundo ha resultado ser una religión y una vez que he comprendido todo esto es imposible volver a las antiguas prácticas del mismo modo. En esta selección se congregan 31 prendas de marcas españolas que, por suerte, están rebajadas.