En la paleta de color de Victoria Beckham el burdeos se ha convertido en la nota base sobre la que construir todos sus looks. Más allá del tiempo y el espacio, la diseñadora ha convertido ese tono en santo y seña de sí misma, en una apuesta que desafía incluso el régimen establecido por el Instituto de Color Pantone.
Todos los años, y cada vez con mayor éxito popular, la firma de color más conocida del mundo (ya hablamos del pantone como de la aspirina) da a conocer su apuesta cromática. Una elección que basa en ingredientes como la conversación social, la coyuntura económica, las películas y canciones del momento... y que precipita en forma de tonalidad.
Para 2018, el estudio adjudicó su Ultra Violet. En años anteriores habían sido Greenery (2017), Rosa Cuarzo y Azul Serenidad (2016) y Marsala (2015). Las firmas de moda y, sobre todo, los consumidores, cada vez más siguen esta selección como si fuera información, en una operación de marketing de cinco estrellas.
Pero los diseñadores se rebelan contra ese determinismo de la industria y buscan en su intuición su propia gama cromática. Así hace Victoria Beckham con su burdeos. El color asociado a la ciudad francesa del mismo nombre, al vino que allí se cultiva; también a la púrpura, las guindas y el granate. Si España, en famosa frase de la posh spice, olía a ajo, Victoria huele a barrica. Ni tan bien.