¿Eres de las que no se puede resistir ante una caja de bombones, una tarta con mucha nata o unos dulces caseros? No estás sola. Todas “pecamos” de vez en cuando de obra, arte y omisión. Porque entregarte al dulce no es solo el recurso fácil para días de tristeza máxima o, incluso, depresión mínima: es un premio, un capricho o un ponerse el mundo por montera y gritar a los cuatro vientos aquello de “¡porque yo lo valgo!”.
A nadie le amarga un dulce. Ni dos, ni siquiera tres. Así que si no puedes o no quieres resistirse a la tentación más suculenta, en este artículo encontrarás ideas para caer rendida ante el poder hipnótico del azúcar y derivados. En nuestra galería te mostramos lugares especiales para pasar un rato agradable mientras te recreas en el goloso universo de tartas y derivados y te proponemos cursos para que aprendas a crear con tus propias manos las obras cumbres de los grandes reposteros. Tú misma.
Pero, por encima de todo, recuerda que flagelarte después de haber disfrutado de un postre suculento no es nunca una opción. Piensa en positivo: el azúcar aporta energía a nuestro organismo (seguro que más de una vez habrás oído aquello de que es el “combustible” del cerebro), permite que nuestro cuerpo asimile más y mejor las proteínas, nutre el sistema nervioso y actúa como relajante y desestresante (efectivamente, el mito del helado después de una ruptura amorosa tiene su razón de ser). Eso sí, siempre que la tomes con moderación, al igual que el chocolate, que, según algunos estudios, mejora la memoria, disminuye el estrés y, si es negro, incluso disminuye las arrugas (recuerda que cuanto menos grasa tenga, mejor).
Sacúdete prejuicios de encima, prepárate para dejarte llevar y disfrutar de ocho deliciosas razones que te harán abrazar “la cosa más dulce”. El gusto es tuyo.