San Valentín es leyenda. Literalmente. Y si no te has enterado que el Día de los Enamorados se celebra porque hubo un señor que en su día realizó una encomiable labor en pro de las cosas del querer, aquí estamos nosotros para enmendar el entuerto. Resulta que el Valentín de marras era un médico que abrazó el sacerdocio. En su época (la Roma del siglo III), el emperador promulgó una norma que prohibía a los soldados enamorarse y formar una familia, no fuera que se distrajeran de sus labores y dejaran el imperio desprotegida en el ínterin.
Pero ahí estaba Valentín, héroe sin capa, que se dedicaba a celebrar matrimonios en sus ratos libres y en secreto contraviniendo toda ley. Hasta que alguien fue al emperador con el chisme, este metió en la cárcel a nuestro héroe y lo mató no sin antes someterle a martirio. ¿Día de la ejecución? 14 de febrero. Hasta aquí la historia más cuca (martirios aparte), aunque luego, como pasa con Colón, cada país tiene sus teorías y versiones patrias. Hay quien dice que el Valentín ejecutado no fue ese sino otro y que la historia lo ha liado todo en una confusión de identidades digna de un culebrón turco. Los alemanes también han reclamado al santo como suyo y los británicos, que van por libre, exigen su parte del pastel y aseguran que la tradición se remonta a una bonita fiesta del medievo en la que a las doncellas se las invitaba a escoger a un amigo aunque ya tuvieran pareja. Sea como fuere, la cosa eclosionó tras la Segunda Guerra Mundial, cuando el mundo en general estaba muy necesitado de amor y se empezaron a enviar postales, tradición que ha llegado a nuestros días.
Después de esta mini master class de mitos y leyendas y si crees a pies juntillas que el 14 de febrero es la excusa perfecta para celebrar (quien dice amor, dice amistad, no vamos ser tan tiquismiquis) que sepas que venimos cargaditos de buenos y muy apetecibles planes.
Híncales el diente.