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Vicky Martín Berrocal: “Quiero estar sana de cabeza y es cierto que cuando comía mucho mi vida era mucho peor"

Hablamos con la diseñadora sobre su libro, La felicidad no tiene talla ni tiene edad, que habla de autoaceptación, pero también de amor, de familia, de mujeres y de empoderamiento

Vicky Martín Berrocal
Instagram de Vicky Martín Berrocal

Vicky Martín Berrocal ha estado presente en nuestras vidas desde hace muchos años. La hemos visto crecer, enamorarse, desenamorarse, dar sus primeros pasos como diseñadora de moda y consolidarse dentro de la industria. Ha tenido una hija, Alba Díaz, imagino que algún que otro árbol habrá plantado y ahora ha escrito un libro, titulado La felicidad no tiene talla ni edad.

Vicky Martín Berrocal

Su publicación ha coincidido  en el tiempo con su 50 cumpleaños, un momento idóneo para hacer, no solo un repaso de lo hasta ahora vivido, sino también un ejercicio de autoafirmación y empoderamiento basado en la experiencia que muchas agradecerán, empezando por la propia Vicky Marín Berrocal. 

El título de tu libro ya es una declaración de intenciones. ¿Tenias esa frase en mente cuando te pusiste manos a la tecla? Mientras estaba escribiendo pensaba en el título y decía: “Dios mío, ¿qué le pongo?”. Lo primero que se me ocurrió fue ‘Mi mejor versión’. O ‘Tu mejor versión’, porque realmente este libro no está hecho solamente para mí sino para todo el mundo que lo necesita. Creo que con 50 años que tengo he alcanzado mi mejor versión. Porque me da igual todo, lo que opinen de mí o lo que digan.

Recuerdo que de pequeña escuchaba una copla que decía: “Pastora, Pastora Imperio, ni quiere ni tiene edad”. De esa copla me quedé con “ni quiere ni tiene edad”. Y luego está la felicidad, que es lo que buscamos todos. Así que vino de ahí, de la copla que yo he escuchado toda mi vida. Además, el lanzamiento de este libro se produjo días antes de mis cincuenta. Hay un momento en que la mujer piensa que ha llegado a su cima y a partir de ahí todo empieza a caer. Bueno, pues no. La felicidad no tiene talla y no tiene edad.

Vicky Martín Berrocal
D.R.

Estarás de acuerdo conmigo en que la idea que tenemos acerca de nosotras mismas es más bien producto de cómo creemos que nos juzgan los otros. De toda la vida. Llegas a pensar que tú tienes que ser como aquello que ves y todo lo que ves (te hablo de antes de las redes sobre todo) son mujeres espectaculares. Las admirabas con su 90-60-90 y todo lo demás ya no valía. Hemos vivido con ello y creo que nos ha hecho mucho mal. Eso no es sano para nadie. El asumir que no llegas genera una frustración tremenda; empiezas a pensar, “no voy a poder, no soy, no valgo”. Y comienzan esas inseguridades, esas ansiedades, ese miedo que además nos perjudica en toda nuestra vida.

Yo siempre digo que si las mujeres se miraran con los ojos con los que yo las veo, tantas y tantas mujeres que pasan por mi probador, probablemente cambiarán su perspectiva. Porque yo no veo un cuerpo, veo una mujer. Nos han insistido en que lo único que vale es estar perfecta y además ser la mejor madre, la mejor hija, la mejor profesional. Eso crea una presión tremenda. Ya está bien; no podemos vivir así porque te pasas la vida queriendo ser otra persona. 

Un amigo cirujano plástico me contó que la gente llega a su consulta y le dice, “quiero la nariz de, la boca de, el pecho de…” Tú puedes mejorar y eso es lícito, lo que no puedes es convertirte en la otra persona. Dejémonos ya de perseguir eso y centrémonos en lo que tenemos que hacer, que es vivir la vida y ser feliz. Yo me he encontrado mujeres que no eran perfectas, que no cumplían con todos los cánones y las veía y no podía evitar decirme: “madre mía, qué mujer”. Ahí es donde te lleva este libro. 

¿Qué feedback estás teniendo? Buenísimo, porque me está escribiendo todo el que lo lee. Mi recompensa es esta. El libro ha sido terapéutico para mí. Tengo un altavoz porque hay muchas mujeres que se identifican conmigo, soy una tía creíble, así que vamos a ver si alguien entiende mi mensaje. Se trata de que sea algo inspirador, que creas en ti y tengas esa actitud que a veces no es fácil. Una no llega a creer en sí misma de un día para otro. Le decía a mi editora que lo que quería es que cuando cierres el libro digas: “¿Que yo he estado toda mi vida queriendo ser esta y conseguir aquello? ¡Ya está bien! Ahora el mundo me lo voy a comer yo”.  Ese ‘chute’ que a veces necesitamos es lo que he intentado dar yo en este libro.

Que tire la primera piedra quien no se ha sentido alguna vez culpable por comerse una hamburguesa, por no hacer deporte cuando tocaba… ¿Cuál es tu receta para acabar con el sentimiento de culpa? Tenemos que desterrar la culpabilidad; hay otras cosas en la vida que son importantes. Primero debemos priorizar. A mí me costó. Yo he sufrido con una 40 y con una 46. Me he comido una hamburguesa y me he sentido mal después porque no entendía cómo me como algo así si no puedo. Pero la gente llega hasta ahí llevada por la ansiedad, porque cuando tienes ansiedad no te da por irte a correr a El Retiro ni por comerte una lechuga; te da por muchas otras cosas.

Lo primero que tienes que hacer es decir “ya vale” y encontrar el equilibrio entre lo que debo y no debo de hacer. Cuando hay alguna persona que me recrimina: “Escribes este libro donde dices todas estas cosas pero tú te sigues cuidando”. Es que una cosa no está reñida con la otra. Yo hago deporte tres o cuatro veces a la semana porque mi mente lo necesita. Quiero estar sana de cabeza y es cierto que cuando comía mucho mi vida era mucho peor. Yo he vivido con veintitantos kilos en una mochila, que no iban en una mochila, iban en mi cuerpo. Ahora tengo 50 años y el tiempo que me quede quiero estar bien. No significa que le tenga miedo a engordar; me cuido porque quiero hacerlo. Yo terminé gustándome con una talla 46 que también lloré en otro momento. Sentirte bien en tu piel es la aceptación, el no juzgarte, mirarte y ser generosa contigo mismo, no tan cruel.

Insistes en que no has conocido a ninguna mujer que esté a gusto con su cuerpo. Nadie está a gusto con su brazo, nadie está a gusto con su tobillo, nadie está a gusto con su rodilla. Nunca, nunca, nunca, nunca. Hay mujeres que son referentes de belleza para la mujer de a pie y que tampoco están seguras, también tiene complejos. En todas las casas cuecen habas.

Dices en el libro que tuviste una infancia rara. Imagino que eso lo pensarás ahora, porque de pequeña seguro que te sentías la niña más feliz del mundo. En mi infancia no juzgué, no pregunté. Me limité a vivir lo que me tocaba y a estar agradecida. Viví lo que cuento en el libro: nada era normal; mi padre no llega hasta que yo tengo 10 años y lo veo por primera vez sentado en un sofá; después descubro que tenía tres hermanos de los que no sabía nada…Y viví feliz porque yo era feliz con lo que tenía. No sé si era lo mejor, no sé si era lo peor, pero era mi vida. ¿Hubo momentos de mucho complejo? Sí. ¿Cuántos años tardé en tirarme a una piscina de cabeza? Cuando llegaba el verano, ¿qué me entraba? Lo más grande. Odiaba los meses de julio y agosto. Me fui a esquiar y no esquié nunca por el miedo a caerme y no levantarme. Hay muchas limitaciones en mi vida, muchas. No quería salir porque la ropa no me gustaba o no me veía bien con ella…Me desesperaba y lloraba.

Cuando hablo de ello en el libro, sé de lo que hablo; si alguien no lo ha sufrido es incapaz de contarlo como te lo cuento yo. Y no se trata solo de eso: he tenido ansiedades que no han estado relacionadas con el cuerpo, he ido al psicólogo también… Hay muchas cosas en mí, pero he entendido que esa era mi vida y con esto tenía que ser feliz y poco a poco ha llegado el momento en que hablo desde otra libertad, me da igual ocho que ochenta. A los 50 me he dado cuenta de que esto es muy corto y hay que vivir a tope. Que sea lo que Dios quiera y al que no le gustes, que no mire. Al final es más importante lo que opines tú de ti que lo que opine el mundo. Eres lo mejor que tienes, tu mayor regalo y si no te quieres tú, si no te cuidas tú, si te miras al espejo y no te gustas, quién a venir a defender esto.

Te imagino de carácter explosivo. De ser cierto, ¿te ha traído tu visceralidad algún problema? No. Me gusta la claridad, soy muy verdad, soy auténtica y siempre me mostré sin filtros. Hay quien dice que el secreto para mantenerse bien es una crema; yo creo que no hay nada como vomitar todo, decir todo lo que uno quiera decir, no acostarte sin decir las cosas, lo bueno y lo malo. Es verdad que de chiquitita tenía carácter, pero no mal carácter. Me hace mucha gracia cuando la gente dice que quiere la verdad y luego te la cuentan y no lo aceptas. Pero yo sí la acepto y por eso la digo. Y quiero que tú también lo hagas. 

Siempre he sido una líder. Cuando me fui a estudiar en Suiza con 14 años me hice muy líder. Tenía una talla 44, las niñas eran divinas y me apreciaban porque no juzgaba, porque defendía, te escuchaba, te decía lo que querías y no querías oír. Y la gente necesita eso.

¿Cuándo te diste cuenta de que no está tan mal ser diferente? En aquella época lo entendí. Después, gracias a mi peso fui imagen de Violeta by Mango en 17 países. Todo tiene una parte buena; depende de cómo lo mires. Yo me reía de mí antes de que alguien lo hiciera. Aprendí que podía hacerlo y eso me parece muy importante. Si alguien te dice qué mona estás te pone a otro nivel, pero te dice te falta esto, te sobre esto o no tienes no sé qué, como que te quedas chica. Y no tiene que ser así porque tú eres lo que opinas de ti.

A mí me daba igual lo que la gente dijera de mí porque antes ya lo había contado yo; antes de que alguien me soltara que estaba entrada en carnes o directamente gorda, yo ya había dejado claro aquello de “me encanta comer lo más grande”. Es mi secreto para que la gente sepa que conmigo no tiene nada que hacer.

En tu libro hablas de la edad. En la época de tu vida en la que te encuentras, ¿estás de acuerdo con quienes tratan de cimentar la idea de que la menopausia es una liberación u opinas lo contrario? Yo creo que cuando llega, llega y hay que aceptarla. Abrázala y hazla compañera. Cada una con sus síntomas: hay a quien le cambia el cuerpo y hay a quien le resulta una liberación. Lo que opino es que al final tienes que aceptar lo que te toca, vivir y llevarlo de la mejor manera. Punto.

Cuando las mujeres llegamos a cierta edad acumulamos más experiencia, tenemos más tiempo para nosotras y para los demás… Sin embargo, es entonces cuando más se nos ignora. La vida va muy deprisa. Todo se reduce a nuestro trabajo, nuestras obligaciones y dejamos atrás lo realmente importante. Al empezar a escribir este libro me di cuenta de lo mucho que había echado en falta de mi infancia y adolescencia  y dije, esto tiene que cambiar. Por ejemplo, en la relación con mi hija. Si hay que parar, hay que parar.  Aprovechar el tiempo, no malgastarlo y no tener miedo. Si estás en una relación donde no puedes amar y no te aman, no te quedes; tira ‘pa’lante’ porque algo mejor vendrá. Y si estás sola tampoco pasa nada porque una mujer es completa sin nadie. Yo no necesito a una pareja para ser feliz; yo tengo que ser feliz por mí misma y después tú me llevarás a otro sitio. Eso es algo que debemos aprender. Esa presión de por qué no tienes novio, si tienes novio cuándo te casas, si te casas cuándo tendrás hijos… ¡Dejadme en paz!

Libro La felicidad no tiene talla ni edad
D.R.

En el libro afirmas haber sufrido mucho por amor incluso cuando más feliz eras porque anticipabas el desamor. ¿Has encontrado ya el antídoto para el sufrimiento? En el amor crees que tienes el control, pero se trata de  algo involuntario que se instala en tu cuerpo y aunque hayas tenido otras relaciones y pienses que lo sabes todo, siempre vuelves al punto de partida. Es verdad que ahora gestiono muchísimo mejor el amor que cuando tenía 20 años, sobre todo porque entiendo el porqué del sufrimiento. Antes no, y el no encontrar el motivo me desesperaba, eso me llevaba a la angustia, y la angustia a olvidarme de mí. Lo he pasado realmente mal. No te diría yo que me han dejado mucho; más bien he sido muy de aburrirme. Hoy gestiono el amor de forma diferente. Me daba miedo enamorarme porque el amor iba ligado al desamor, pero he reconocido que enamorarse es involuntario y como sea ‘pa’ti’, ni aunque te quites. 

¿Cuál es tu mayor inseguridad y tu mayor fortaleza? No sé si es inseguridad, más bien miedo, el miedo a la muerte. Me gusta tanto vivir que creo que sería una putada. Nadie te ha dicho dónde vas después: mi padre no llegó a decirme dónde iba a ir. A mí me gusta mucho lo que veo y lo que vivo. Pero inseguridades no tengo; creo que lo que tiene que pasar pasa y lo que sucede conviene. Si ocurre algo y no es lo que yo me esperaba, será que no es lo que tenía que ser. En cuanto a la fortaleza, diría que la libertad y la seguridad con la que vivo. 

¿Con qué look te sientes más cómoda? Soy muy de ir en vaqueros, con una blazer, una camiseta… Todo muy básico. Al final no se trata de la prenda sino de cómo tú te sientas con ella.

¿Qué prendas están en tu wish list de primavera(/verano? Soy un amante de la blazer. Amo las blazers de Yves Saint Laurent. Me parecen de esas prendas que dices, no me voy a comprar ninguna pero si algún día lo hiciera sería esta. Me gustan también los vestidos midi; de hecho, todo lo midi me encanta: vestidos, faldas…  Pero no soy yo muy de ir a la moda: compro lo que me sienta bien y me hace sentir segura. La moda hay que seguirla dependiendo de muchas cosas. En mis colecciones no lo hago; yo creo vestidos con los que la mujer se siente guapa. Lo que me gusta es comprar cosas atemporales y de mucha calidad aunque también me apasionen Zara o Mango. Sí es verdad que ahora intento comprar menos.

¿Y qué prenda no te comprarías nunca? Una minifalda. Jamás, jamás. No la quiero de compañera de vida. 

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