Es, posiblemente, uno de los acontecimientos 2018 que más hemos esperado. Por fin ha llegado el 17 de mayo, el día en que la 'princesa de América', Meghan Markle, ha contraído matrimonio con el Príncipe Harry de Inglaterra. Todos estábamos expectantes por ver ideas de vestidos de invitada y hemos descubierto que el azul marino, el rosa 'nude' y hasta el mostaza (obra de Amal Clooney) ganan terreno al resto por goleada. Pero lo que más ganas teníamos de ver era, evidentemente, el vestido de la novia, que se ha hecho de rogar hasta el final.
Desde la carroza, en que llegaba a la Capilla de San Jorge junto a su madre, hemos podido intuir la tiara que había escogido Meghan: la Filigree Tiara, perteneciente en su momento a la Reina Mary. Aunque pensábamos que optaría por la tiara Cambridge's lovers knot por ser la favorita de Lady Diana, esta también nos parece una opción preciosa.
Pero no ha sido hasta que ha empezado a subir las escaleras que hemos podido observar su vestido con claridad. Un diseño de lo más sencillo, blanco, liso y plano, con cuello de barco y firmado por la británica Clare Waight Keller, directora creativa de Givenchy en la actualidad. Mucho se había especulado con que fuese Ralph & Russo la firma encargada de tal honor por ser una de las firmas fetiche de la novia, así como también se había especulado con Stella McCartney, Erdem o Burberry (por Christopher Bailey, por supuesto).
Pero toda expectativa ha quedado disuelta y ahora no podemos dejar de mirar a la novia.