Supernormal vuelve. Y lo hace con seis capítulos donde habrá nuevos personajes y buenas voluntades. Sobre todo la de Patricia Picón (Miren Ibarguren) que, después de la debacle de la temporada anterior, parece resignada a quedarse en casa cuidando a los hijos –cuatro, bebé incluido– y apoyando a su marido (Diego Martín), embarcado en el proceso de abrir una clínica dental. Pero a Patricia le va la marcha y, a poco que la piques –perdón, Shakira–, entra al trapo.
Así que ahí la tenemos, que sí que no, hasta que se encuentra con Pitu (Alexandra Jiménez, Zaragoza, 1980), una ejecutiva empoderada que le recuerda que otro mundo –su mundo– es posible.
Movistar Plus+
Cuéntanos qué hace una chica como tú en un proyecto como este. Es una colaboración pequeñita. Me llamó Vicente Villanueva (director de esta segunda temporada), con quien he trabajado en otras ocasiones y con el que me llevo muy bien y, bueno, me invitó a participar. Me hacía mucha ilusión. Con Diego –Martín– ya había coincidido en varias ocasiones; con Gracia también, pero con Miren no y tenía muchas ganas de trabajar con ella porque me encanta. Así que me pareció que era buena idea.
La primera vez que aparece Pitu en escena vemos a una mujer empoderada que encarna todo lo que Patricia Picón querría volver a ser. Llega con una imagen un tanto artificial, la de una mujer que aparentemente es una persona de éxito que da la impresión de que lo tenga todo en la vida. Luego eso se va desmantelando y ves que hay un ser humano frágil e inseguro.
Es como si se fuera haciendo pequeñita. Sí, empieza pisando fuerte y luego es totalmente inconsistente.
La pregunta del millón: Alexandra, ¿tú eres supernormal? Yo sí, yo me considero muy corriente (risas)
O sea, que lo de superwoman lo llevas regular. Es que a mí la gente así me genera ansiedad de antemano. Me pongo en esa tesitura de cómo tiene que ser vivir desde ese ansia, de que todo esté bajo control, y como me parece una situación inalcanzable, porque nadie en este mundo tiene absolutamente nada bajo control, me genera cierta angustia. Con los años vas aprendiendo a relajarte con lo que hay, no con lo que no hay. No se trata de conformarte, sino de adaptarte.
Pero esto de ser ambiciosas es bien, ¿no? Por supuesto, aunque no se trata de no ser ambiciosas; se trata de no agonizar en el intento de que tu vida sea perfecta.
Movistar Plus+
El otro día decía Yolanda Ramos que somos una sociedad cansada, sobre todo físicamente. Y yo me atrevo a añadir que sobre todo las mujeres. No lo sé si hay una diferencia de género. Sí creo que la sociedad está enfermando en el sentido de pretender ser lo que una no es, pretender llegar a algún lugar que parece que es al que tenemos que llegar. Eso es lo que te comentaba que me produce ansiedad; observar cómo estamos agonizando en busca de la perfección. Creo que las redes sociales hacen muchísimo daño, que vivimos en un mundo donde las apariencias se han comido la autenticidad, un mundo en el que es mucho más importante parecer antes que ser. Y todo eso agota, porque es imposible alcanzarlo e incorporarlo a una vida real. Por lo tanto, creo que el ejercicio que no estamos haciendo, ni de manera individual ni como sociedad, es ser quien uno es al margen de lo que se espera de ti.
Tú con las redes, mal, ¿no? Yo no tengo redes. Porque no las entiendo, no me gustan; me espantan, de hecho. Creo que potencian todo esto de lo que estamos hablando y no quiero participar en un mundo así. Para mí, las redes hacen del mundo un lugar peor. Aunque ese concepto lo tengo claro y aunque probablemente esté equivocada, para mí es así; no tiene ningún sentido que participe de ello pensando de esa manera.
Estamos a la caza de la satisfacción efímera. Buscamos fuegos artificiales, algo instantáneo que se desvanece, que no perdura, que no cala…
Has saltado de la comedia a la tragedia y a la inversa y te lo hemos comprado todo. Es que me han ido llegando oportunidades de muchos tipos También he asumido el riesgo de lanzarme a hacer algo que no era un terreno seguro para mí. Y me he lanzado precisamente porque me daba miedo. Eso es importante, al igual que lo es investigar en terrenos desconocidos que a priori no controlas. No se trata de demostrar nada a nadie sino a uno mismo. Yo quiero crecer como actriz, quiero abarcar todo tipo de registros. Es la manera que tengo de motivarme para aprender; por eso, en el momento en que se me brindan esas oportunidades, me tiro en plancha.
Ha pasado mucho tiempo y mucho currículum, ¿pero recuerdas cómo surgieron aquellos primeros papeles? Yo tengo una sensación de que la suerte me ha acompañado desde el primer instante. Ha sido un camino paulatino: no he tenido grandes momentos, no he tenido un boom, no he estado de moda, pero siempre he contado con un espacio donde desarrollarme y poder seguir avanzando. En ese sentido es donde creo que he sido muy afortunada. Desde el primer momentos, cuando ni tan siquiera había terminado la Escuela Universitaria de Artes TAI. Ahí fue cuando conocí al que sigue siendo mi representante después de 23 años y hasta el día de hoy. Tenemos una relación de lo más longeva; hemos empezado de la mano prácticamente juntos en esto y ahí seguimos. Creo que he hecho un camino sin prisa pero sin pausa. Y con suerte, proyectos distintos, propuestas más arriesgadas, cada vez un poquito más complicadas… Me siento muy afortunada.
Parece que la polémica que se despertó con la serie Escándalo, donde interpretas a una mujer en los cuarenta que seduce a un adolescente (hubo quien os acusó de fomentar la pederastia aun antes de verla), se va diluyendo… Se diluye por lo que hablábamos, porque también son fuegos artificiales. Ahora las polémicas duran quince minutos, y ya la gente está ávida de saber cuál va a ser la siguiente, de tener una opinión formada instantánea, eso sí, sin haber pensado ni siquiera cinco minutos al respecto. Por eso no hay que darle tanta importancia, porque sabes que son fuegos artificiales y que realmente no tiene un calado ni un sentido, aunque sí que te da para reflexionar sobre el tipo de sociedad que estamos fomentando. No parece que vayamos hacia delante.
La verdad es que asusta un poco ese intento de censura previa. Con respecto a la naturaleza de este trabajo es completamente incompatible, porque entonces no tendríamos que contar historias.
Yo creo que se nos ha olvidado que el origen de la interpretación está en los buzones de la corte, los encargados de cantarle al rey las verdades del barquero aunque fuera entre risas. Exactamente, en forma de comedia. O de tragedia. Acuérdate de las grandes tragedias griegas que narraban actos terribles en situaciones extremas. Que eso se contara antes y ahora nos censuremos unos a otros es bastante preocupante, aunque retrata el mundo que estamos construyendo, la falta de reflexión.
Movistar Plus+
Repasando tu carrera, quizás lo más diferente que hiciste fue presentar El club de la comedia durante una temporada. Sí, fue algo distinto. Yo había hecho mucho tiempo monólogos, había estado años de gira con ellos y bueno, esto era dar un paso más, un atrevimiento. Me propusieron una temporada y la hice, pero era meterme en un terreno que no controlaba en absoluto y atreverme a ello, enfrentarme a un mundo desconocido y buscar las herramientas para sentirme segura aun cuando me sentía tremendamente insegura. Pero esas son las cosas que te hacen avanzar.
La palabra miedo no está en tu diccionario. He tenido propuestas que han sido bastante originales y diferentes. Como cuando hice La pecera de Eva, una serie que fue todo un experimento, improvisando, con argumentos pero sin diálogos escritos. Y fue la vez que más he tenido que estudiar como actriz. A pesar de no tener diálogos que aprenderme, sí tenía unos tochos así de grandes (hace el gesto con las manos) de información que debía estudiar profundamente para luego saber de qué hablar durante todas esas horas de rodaje. O Spanish Movie, un tipo de comedia que en España tampoco estamos acostumbrados a hacer ni a ver. Sí que he vivido diferentes proyectos que se encuadran dentro de los márgenes de lo habitual. Y sí me ha gustado atreverme. Se puede salir mejor o peor de ello, pero creo que lo bonito es hacerlo al margen del resultado, algo que es también lo difícil de este trabajo, desligarte del resultado.
Eres madre de un niño pequeño. ¿La conciliación bien, gracias? De momento nos estamos apañando entre mi marido (el actor Luis Rallo) y yo y sobre todo mi familia, que nos está ayudando muchísimo. Me pregunto cómo lo harán personas que no pueden contar con sus familias de una manera fácil y accesible. Es muy complicado y, si tienes suerte, dispones de una red de apoyo. A veces veo el trabajo que he hecho y digo: “¡pero si en esa secuencia había dormido dos horas!”. Sacas una fuerza sobrenatural que no sabías que tenías, pero que estaba ahí.
Las mujeres a lo mejor no lo sabemos, pero somos superheroínas. El concepto del sexo débil me sigue produciendo mucha risa. En qué momento. Qué cosa más absurda…. Ves cómo funcionamos, de esa forma completamente animal, y dices, madre mía qué equivocados estamos.
El 17 de marzo llega una película tuya, Bajo terapia. ¿Algo que contar? Está basada en una obra de teatro. La ha dirigido Gerardo Herrero, quien también ha hecho la adaptación, y es muy interesante. Son tres parejas psicoanalizándose entre ellos. Supuestamente, cada una iba a hacer su terapia con el psicoanalista y se encuentran con que llegan al sitio y no está esta persona, sino que les han propuesto un juego en el que las tres se psicoanalizan entre sí. Vamos viendo el progreso, los trapos sucios… Muy interesante.