Quédate con su cara porque María Pedraza ha llegado para quedarse. El pasado mes de marzo estrenó su primera película, Amar –primer “largo” del cortometrajista nominado al Oscar Esteban Crespo–, un debut cinematográfico en el que carga con el papel protagonista. María Pedraza (Madrid, 1996) es Laura, una adolescente que, ante las turbulencias familiares, se aferra al amor de Carlos, al que da vida Pol Monen, su partenaire en el film. “La relación que tiene con él es para mi gusto demasiado intensa”, cuenta, segura de que, aunque se trate de dos jóvenes, el público adulto se sentirá muy identificado con el primer amor, “ese que te marca para toda la vida”.
“Esteban, el director, me vio en Instagram. Sabía que no tenía ni idea de actuar y aun así decidió hacerme el casting”. La joven, bailarina de danza clásica de profesión, recuerda los nervios en la prueba, al pisar terreno desconocido: “Al principio tenía mucho miedo porque pensaba que se me iba a quedar grande. Pero me dije: a por ello, ¡a por todas! Debieron de pensar: bueno, esta chica ahora no sabe por dónde tirar, pero luego con los ensayos se soltará”. Y acertaron. Curiosamente, la disciplina que le ha aportado el baile desde los seis hasta los veinte años le resultó clave para ganar confianza en sí misma: “El cuerpo se pone más rígido cuando estás nerviosa, y esto pude controlarlo”. También la concentración: “Rodamos dos meses en Valencia y pensaba: madre mía, quiero estar con mis padres y con mi novio, echo de menos Madrid. Conseguí dejar los problemas a un lado y meterme de lleno en lo que debía hacer”, cuenta. A su vez, tenía claro que la interpretación podía ser una excelente vía para combatir el miedo escénico. “Mi madre siempre me decía: ‘Anímate, que te va a venir genial para vencer la vergüenza’. Porque con la danza me he sentido segura e insegura al mismo tiempo. Depende de lo que me tocara bailar: algo que controlaba, con lo que me sentía en mi salsa, o algo más duro a nivel físico y que me daba más miedo. La interpretación me ha ayudado a desenvolverme”. María habla en pasado de la danza, pero es solo porque ahora está más volcada en su recién estrenada carrera como actriz. Abandonar la danza sería como dejar de respirar: algo impensable. “En La casa de papel –la serie de Antena 3 con Úrsula Corberó como protagonista– vuelvo a bailar. Todos los días me levanto estirando un pie y haciendo cosas por el estilo”, ríe. “Es que lo llevo metido en el cuerpo. La danza es mi gran pasión, y siempre lo va a ser, aunque el cine es todo un mundo por descubrir que me encanta”.
Si hay algo que no echa de menos de su rutina como bailarina es la dieta: “Me privaba de cosas. El único que ha conseguido que me coma una pizza o una tarta de zanahoria ha sido mi novio. Hacía 5 o 6 años que no probaba los dulces”. Redescubierto este pequeño placer, María enumera otros, todos sencillos: “Me gusta tomarme mil tés e infusiones, tirarme en el sofá con mi gato, estar con mi novio y ver series y ‘pelis’, escuchar música, hacer el tonto...”. Añadiríamos Instagram (está en la hot list de la red social, donde cuenta con más de 30mil seguidores). “¡Instagram!”, espeta, ante algo que escapa a su control. “No me preocupo por subir una foto todos los días. Para mí es un lugar en el que resguardarme. Cuando estoy mal o superbien, subo una imagen y la encierro ahí para dejarlo plasmado. Supone algo emocional, personal, no me gusta llevarlo a lo comercial. Es algo mío que si puedo compartir con la gente, pues ¡genial!”.
Vivió su bautismo ante los flashes en el pasado Festival de Málaga. ¿Qué pasará cuando la reconozcan por la calle? “Lo he pensado, pero no le doy importancia porque voy a seguir llevando mi vida normal y corriente”. Esa es su intención. Aunque ya nos hemos quedado con su cara…
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