Los datos son alarmantes: el índice de la calidad del aire en Madrid aciende a 70, en París a 58, en Londres a 54, en Nueva York a 66, en Los Ángeles a 50, en Pekín a 200 y en Bombay a 162. “Si el índice se sitúa alrededor de 50 hay que empezar a preocuparse, entre 100 y 200 no se deben pasar dos horas a la intemperie sin que se dañe la piel, de 200 a 300 no se puede pasar tiempo fuera porque el cuerpo se verá afectado y más de 500 se desaconseja salir a la calle, ya que si se están 30 minutos en ella, se tendrán daños irreversibles”, asegura la dermatóloga neoyorkina Dendy Engelman. Esto se debe a que las partículas de la contaminación son veinte veces más pequeñas que los poros de la piel, por lo que entrar en la dermis es algo muy fácil para ellas.
“La contaminación activa la producción de radicales libres, que oxidan las células y producen un envejecimiento prematuro”, asegura Estrella Pujol, directora del centro médico-estético Oxigen. Pero, ¿en qué se traducen estos síntomas? “A corto plazo se produce un enrojecimiento e irritación de las membranas y mucosas; a largo plazo, llevan a un envejecimiento prematuro, con degradación del colágeno (elastosis) y posible aparición de melanomas. Además de las manchas, las arrugas de una piel afectada por la contaminación son más profundas”, explica Susanna Roca, formuladora en Bella Aurora Labs. Sus efectos nocivos se combaten con una limpieza exhaustiva diaria y con cosméticos que incorporen una barrera específica antipolución, capaz de bloquear los metales pesados para evitar que puedan interaccionar con los sistemas biológicos, proteger y estabilizar las membranas celulares para evitar la destrucción de y una acción antioxidante frente a la generación de radicales libres.