Comienzo con un lema: no distingo entre protección solar de invierno y verano. Hay que entregarse al SPF 50 los 365 días del año. Los dermatólogos llevan advirtiendo la última década que el fotoprotector es el mejor cosmético antiedad. En mi opinión, lo más importante para querer usarlo es que te resulte cómodo. Tan simple como suena. Es una cuestión de textura, y, a 35 grados, cuanto más ligera y acuosa, mucho mejor.
Apunte: no olvidéis ponerlo en las manos. Las cuidará frente al reseco de los geles y evitaréis las manchas.
En cuanto al aftersun, por no llevarme el Ecran del cuerpo a la cara, he optado por una mascarilla con activos calmantes como el aloe vera y el té verde. El hallazgo es la de laboratorios Croma que veis bajo estas líneas. En realidad, está formulada para calmar la cara después de un tratamiento de láser, pero la piel se la bebe, literal, tras una jornada de sol.
He aparcado para el otoño ‘la base’ de maquillaje porque he descubierto ‘el agua’ de maquillaje. Existe, sí, y es de Chanel. Se trata de un suero con microburbujas de color que aporta muchísima frescura al rostro. Raquel Álvarez, maquilladora de la maison francesa, me decía para nuestro número de agosto: “Al ser un sérum, aporta una sensación super refrescante y un acabado luminoso, nada graso. La piel se ve muy natural”. Cuánta razón tiene…
Y el rojo de labios… ¡ay, mi rojo! Me niego a sacrificarlo debajo de la mascarilla. He redescubierto las fórmulas long lasting, que, una vez se asientan, ni se mueven ni manchan. Un gustazo. Una maquilladora me enumeraba hace poco hasta 27 tonos de rojo: geranio, tomate, vino tinto, bandera, cardenal; incluso Ferrari. Me quedo con los que tienen subtono azul -en lugar de más amarillo, un matiz más sanguinolento- porque ponérselos es chutarse energía y -esto queda constatado- hacen que los dientes se vean más blancos. Me parece que a Sara Sampaio le pasa lo mismo.
Para el pelo, me encuentro con que las canas empiezan a asomar en la raíz pero aún es pronto para volver a teñirme. ¿Te pasa a ti también? Ante la tentación de hacer como una buena amiga y echar mano de la máscara de pestañas, me he ‘regalado’ una especial para el pelo que es, palabra, una tabla de salvación en términos de disimulo.
Esta máscara y la ampolla ‘milagrosa’ de Pantene NO PUEDEN olvidarse en casa. Meteré tres en el neceser, una para cada tres semanas de vacaciones, porque ocupan menos que un acondicionador de bote y son una auténtica bomba reparadora ante el machaque de cloro y salitre.