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Los riads

Antiguos palacios reconvertidos en hoteles, atesoran toda la magia de África y Oriente. (Búscalos en riadmarruecos.es).

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El hamman

El hamman del hotel La Sultana, un refugio digno de Las mil y una noches.

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Compras imprescindibles

Especias, artículos de cuero y, por qué no, un genuino caftán.

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Joyas arquitectónicas

La historia de Marruecos está presente en cada rincón de la ciudad repleta de joyas arquitectónicas.

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Hora de la cena

Cenar en el patio o la azotea es otro de los lujos de La Sultana, un hotel que también ofrece cooking class.

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Dulces sueños

En La Sultana podrás conseguir una habitación desde 311 € la noche.

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Jardines de Majorelle

Una de las paradas obligatorias en Marrakech. ¿Porqué? Porque son los jardines de la casa de Yves Saint Laurent (ubicados en la calle que lleva el nombre del diseñador). En su interior, encontrarás un oasis de bambú, varios museos y, por supuesto, el colorista edificio que fue vivienda del maestro couturier.

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De paseo por la Kasbah

Está junto a la Medina y es una de las partes más típicas de la ciudad. Puedes dedicar todo un día a recorrer sus calles estrechas y visitar sus tiendas. Recuerda que, a la hora de vestir, cuanto más discreta vayas, mejor, sobre todo si pretendes entrar en las mezquitas.

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¡Pruébalo!

Cuscús. El plato estrella de la gastronomía marroquí. Sémola combinada con carnes, verduras o huevos. Siempre en compañía de frutas, verduras o ensalada.

Tajines. Son los recipientes de la imagen. En su interior se cocinan estofados de carne con patatas y verduras.

Pastillas. Pasta de hojaldre rellenas de carne y almendras. Se pueden acompañar de té de menta, la bebida estrella de Marruecos que se adquiere en cualquier bar y puesto callejero.

Un restaurante. Le Jardin, un remanso de paz que contrasta con el bullicio del Zoco.

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La plaza

El bullicio de la plaza Jemma El Fna en hora punta: al atardecer y al anochecer se convierte en un hervidero de gente.

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Compras

Es obligatorio 'perderse' en su Zoco. Acabé comprando una mochila de cuero de la que ya no puedo prescincir.

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Souvenir

También me encapriché de estas babuchas verdes. No me las he vuelto a poner, pero me parecen preciosas. Es como tener un trozo de Marrakech a mis pies.

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Tiendas

El Zoco es un espectáculo. Está lleno de tiendas inverosímiles como esta, repleta de farolillos.

Sin duda Marrakech es uno de los viajes que recuerdo con más cariño. Muchas personas me habían advertido de lo exótica, intrigante e hipnotizante que resulta esta ciudad y yo estaba deseosa de conocer más acerca de ella. Cuando llegué, descubrí un nuevo universo. Recuerdo vívidamente los olores de los tés o del hamman de nuestro pequeño riad (La Sultana). Me vienen a la memoria los colores del Souj (el mercado más grande de la ciudad) y la persistencia de los vendedores, empeñados en que comprara cualquier artículo en sus tiendas. Recuerdo la llamada a la oración como algo exótico y maravilloso... de otro mundo.


Siempre me he sentido especialmente atraída por la cultura árabe, en concreto por su arquitectura, y poder visualizar todas aquellas construcciones, puertas y laberintos resulta siempre inspirador. Cualquier rincón es perfecto para sacar la cámara y fotografiar. Las puestas de sol son espectaculares, sobre todo vistas desde las terrazas y azoteas que se alzan sobre el paisaje de casas bajas.


Marrakech es un lugar mágico, un viaje que recordaré toda la vida y una ciudad a la que siempre querré regresar, aunque sea para continuar investigando en su interminable Zoco.